El recorrido por la Costa, Sierra y Oriente del país a través de los ojos de una niña urbana divierte y enseña al público que asiste el fin de semana al Patio de Comedias. ‘Las aventuras de Manuela en el país de la canela’ es una propuesta interactiva del colectivo Lunasol. Una obra con escenografías sencillas que, con títeres, lleva al espectador a recorrer un país de aventura.
La obra, interpretada por Karina Cruz, durante 60 minutos, es una pieza que capta la atención de los niños y niñas. Especialmente cuando se canta: “Con las manos, con los pies, cuenta uno, dos y tres. Las rodillas y los brazos choca y bate otra vez”. Una canción que invita a todos los pequeños a subir al escenario.
El objetivo, señala Cruz, es “marcar un respeto a la diversidad cultural en nuestro país y que los niños puedan apreciarla de una forma sencilla y amarla”. Este recorrido empieza en Esmeraldas, con la historia de dos niños afroecuatorianos, René y Chepe, que habitan en comunidades cercanas, y a pesar de sus diferencias encuentran en la marimba un espacio para interactuar.
La improvisación es constante en la puesta en escena, que se va adaptando a las necesidades de la intérprete y los asistentes. La segunda anécdota se ubica en Loja, Manuela y su amiga Sisa, una indígena de la comunidad Saraguro, cuentan cómo viajaron hasta Otavalo para asistir a la fiesta del Inti Raymi.
Para Paula del Valle, de 7 años, este fue su escena favorita porque “me enseñó cosas nuevas”. La trama se completa con la visita a la Amazonía. Waimiaku, un pequeño niño shuar, quiere cumplir el sueño de su padre y encontrar un nuevo lugar para su nacionalidad. Para este trabajo recibe la ayuda de Allishungo, una niña quichua, y de Oka yai, el jaguar del agua de los secoyas.
América Paz y Miño, directora del colectivo y quien manipula los títeres, comenta que la propuesta es trabajar con el material humano que cada actor o actriz tenga. Ese es el motivo por el cual se construyó a Manuela desde la vida de la misma actriz.
“Estoy encantada de cómo invitan a los niños al escenario. Además rescatan la cultura y la difunden de una manera comprensible a través de los títeres”, dice sobre la obra Marcela Cevallos, que asistió con su hijo, Joshua Fierro.
Mientras que Cristian del Valle considera que “Lunasol tiene buen mensaje y buena escenografía, los niños no se aburren y lo complementan con canciones”. Él asistió junto a su esposa Cristina y sus dos hijas.