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Literatura fantástica y constitucionalismo

Juan Valdano es ensayista, novelista. Miembro de Número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Autor de 'La selva y los caminos'.

No hay mejor muestra de literatura fantástica que nuestros textos constitucionales. El lirismo jurídico que campea en las 20 constituciones que los ecuatorianos hemos puesto en vigencia en estos 180 años de vida republicana resulta, a más de cursi, sospechoso. ¿Sospechoso de qué? De que el legislador que las redactó sabía que más allá de ese “deber ser” al que toda norma aspira, depositaba en ellas una dosis de irrealidad e ironía. Ironía sí, porque el jurista nunca fue ajeno al hecho de que aquello que erigía como norma de vida resultaba ser el envés de esa realidad que pretendía reformar; una realidad no vista ni consultada y a cuyas espaldas se han levantado los edificios jurídicos de los códigos y la frondosa retórica de los políticos.

Una tupida hojarasca legalista anubla la visión de nuestra realidad, la cual no cambiará por mandato de la ley sino por la actitud cotidiana de cada ciudadano encaminada a construir una sociedad solidaria, organizada y tolerante y una nación más unida.

La improvisación, la copia servil de leyes ajenas (hechas a medida de otros pueblos y otros temperamentos), han marcado la ociosa labor de impreparados asambleístas. No tardará en llegar otro prohombre más sabio que Solón que cambiará el texto sustituyendo una expresión por otra (por ejemplo, “bien común” por “buen vivir”), fantasía que nos abrirá las puertas de la felicidad. Luego de ello, salimos al mundo a proclamar que la ley que hemos escrito “es una de las más avanzadas del mundo”. Nacionalismos orgullosos de tanta fantasía legalista frente a pueblos crónicamente infelices. Nuestra política no ha dejado de marcar un ritmo de inestabilidad y duda acerca del futuro del país. A este magma de constante agitación y anarquía que brota de las entrañas del ser social, los escritores del XIX lo llamaban barbarie y los políticos del XX, ingobernabilidad. Yo lo llamo la selva, el germen del caos y la revolución permanente.