El libro que Leonora nunca leyó…

En su estudio.   Leonora    Carrington vivía en México de manera más bien solitaria; llegó a ese país en los años 40.

En su estudio. Leonora Carrington vivía en México de manera más bien solitaria; llegó a ese país en los años 40.

Este libro no lo leyó Leonora Carrington. Aunque haya sido una novela que habla de su vida, ella ni siquiera lo ojeó. Lo sabemos porque la pintora surrealista, nacida en Inglaterra pero mexicana de cuerpo y alma, se lo dijo a su amiga, y autora del libro, Elena Poniatowska.

‘Leonora’ es el título que le puso Poniatowska a su versión en ficción de la vida de Carrington, una obra por la que ganó en febrero de este año el Premio Seix Barral. Reconocimiento que se suma a la hoja de vida de esta escritora, también nacida en Europa pero con una vida desarrollada en México, al Rómulo Gallegos y al Alfaguara, entre otros galardones.

“Una mujer indomable, un espíritu rebelde. Estaba destinada a crecer como la rica heredera de un magnate de la industria textil, pero desde pequeña supo que era diferente, que su capacidad de ver lo que otros no veían la hacía alguien especial”. Así describe Elena Poniatowska a Leonora Carrington. Leonora nació en Lancashire, en 1917. Tenía 20 años y estudiaba Arte en Londres cuando conoció al artista alemán Max Ernst, quien marcó su vida. Leonora inició con Max una relación sentimental y artística; a su lado empezó a vivir la efervescencia del surrealismo, a viajar por Europa, compartir con Picasso, con Dalí. En Francia, a comienzos de los años 40, Leonora y Max entraron en contacto con movimientos antifascistas. Las autoridades terminaron por apresar a Ernst y Carrington debió huir a España.

La detención de Ernst llevó a Leonora a sufrir la primera de las crisis nerviosas que la acompañarían de ahí en adelante. Una de ellas la obligó a ser internada en un hospital psiquiátrico en España, episodio doloroso que también signó su vida y su obra.

La artista logró escaparse de los duros tratamientos que recibía y fue a dar a Lisboa. Allí conoció al poeta mexicano Renato Leduc, con quien viajó a América, primero a Nueva York. En 1942, la escritora y pintora de mundos llenos de contradicciones -que le han valido ser reconocida como una de las figuras claves del surrealismo- llegó a México.

“Con Leonora nos une una amistad de 50 años. La admiración que tengo por ella es muy antigua”, decía Elena Poniatowska a inicios de año desde su casa en Ciudad de México. Y afirmaba sobre Carrington: “Desafió las convenciones sociales, a sus padres, a sus maestros. Rompió cualquier atadura religiosa o ideológica para conquistar su derecho a ser una mujer libre, personal y artísticamente. Leonora Carrington es hoy una leyenda. La más importante pintora surrealista. Y su fascinante vida, el material del que se nutren sus sueños”.

Esta leyenda fue la que Poniatowska persiguió durante décadas, con muchas entrevistas a la pintora, a sus hijos Gaby y Pablo, a sus amigos. Leyó los libros escritos por Carrington y los libros escritos sobre ella. Conocedora del oficio periodístico, Poniatowska recopiló información suficiente para hacer una biografía sobre Carrington. Y escribió una novela. “En el libro hay muchas cosas que son ficticias -explica-. Otra gente se encargará de hacer una biografía. La mía es una obra de ficción basada en hechos verídicos, documentos. Pero los diálogos, por ejemplo, son inventados”.

Elena se basó, eso sí, en las tantas visitas suyas a la casa de Leonora en la colonia Roma, calle Chihuahua, donde la pintora se instaló desde hace tiempo. “Su casa se convirtió en la cueva de los sortilegios, una central de energía, una piedra imán. Su té, un filtro amoroso, un ‘vuelve a la vida”.

Las dos amigas acostumbraban sentarse a hablar de su infancia, tan parecida a pesar de los 15 años que las diferencia en edad. (De ascendencia aristocrática, Elena nació en Francia en 1932 como la princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor). Hablaban también de su educación europea, de sus llegadas a México.

Leonora le describió, con la tranquilidad que da el tiempo, los días vividos en la clínica psiquiátrica y su tratamiento con una medicina llamada Cardiazol, “que le producía convulsiones que iban mucho más allá del ‘amour fou’ que predicaba André Breton”, dice Poniatowska. De lo que no le habló fue de Max Ernst. Cuando Elena le preguntó si el artista (también figura fundamental del surrealismo) había sido el amor de su vida, Leonora le respondió que cada amor es distinto.

-Pero Ernst marcó su vida, de eso no hay duda...

-Totalmente. La presencia de Ernst tuvo una enorme influencia en ella, responde Poniatowska. Ella entró al surrealismo de su mano. Pero a Leonora le aburría que todos siguieran repitiendo que él fue su gran amor.

-La marcó también su tiempo en el hospital.

-Cualquier ser humano que termine encerrado en un manicomio queda marcado (...).

Mujer de genio, Leonora. Mujer que no abría su mundo a todos. “La puerta que lleva a Leonora es estrecha. Pocos son los elegidos. Leonora, a veces, lamenta su soledad, pero rehúsa salir de ella”, contaba Elena a poco de haber sido premiada. Cuando alguien le proponía salir, ella contestaba: “Paso”. Cuando le decían que iban a llevarle una visita a su casa, ella respondía: “Sí, pero que no sea cualquier visitante”.

Con Elena se veían a menudo. Por lo menos una vez a la semana se reunían a tomar un té y conversar. A Poniatowska, de 78, este reciente premio literario la ha animado: “Es un gusto enorme. Me alienta a seguir adelante, aunque ya no tenga tanto tiempo de vida”.

‘Leonora’ es, para Elena, un acto de amor, un homenaje a una artista con quien México tiene una deuda inmensa. “Es un gran honor para nosotros que Leonora haya vivido en nuestro país”.

¿Supo Leonora del premio que su amiga ganó con la novela? Elena aseguró que no, porque “eso no le interesa. No la ha leído. Leonora gira en su planeta, es única. Nosotras platicamos de otras cosas; no le gusta hablar de sí misma”.

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