El grupo de teatro El Juglar mira a la realidad guayaquileña con los mismos ojos que hace 33 años, cuando empezó a instalarse en el imaginario popular porteño. Su puesta en escena sigue hablando de una ciudad que mantiene los mismos olores, sabores y colores que en la década del 70; con los estereotipos sociales intactos.
El ‘sabido’ sigue en las calles con su caminado y jerga sabrosa. La migración del campo a la ciudad continúa vigente. Las ‘busetas’ no han dejado de ser las generadoras de historias populares.
La falta de atención en los hospitales públicos, la burocracia, los comerciantes informales, los policías metropolitanos, los turistas extranjeros, la 18 (zona de tolerancia) y la indigencia no han desaparecido del paisaje que pinta El Juglar tres décadas después.
El colectivo porteño, que nació en 1977 después de un taller de teatro organizado por el área cultural del Municipio de Guayaquil, reeditó la semana pasada una de sus obras insignia: Guayaquil Súper Star.
La obra es fiel a la que se presentó durante los 70. Solo la causa cambió: Azucena Mora, Miriam Murillo, Sandra Pareja, Cecilia Caicedo, Oswaldo Segura, Henry Layana, Augusto Enríquez, Raúl Pinto, Geovanny Dávila, Luis Aguirre, Marcelo Gálvez, Medardo Goya, Roosevelt Valencia, Isidro Murillo y Mauro Guerrero se reunieron nuevamente para recaudar dinero y ayudar a Alfredo Martínez, uno de los integrantes, que está delicado de salud.
Las situaciones, los actores y la puesta en escena no cambiaron. Hace 33 años no había persona que no tenga un familiar en los Estados Unidos y traiga ropa y otros objetos para vender.
Ese es el eje del primer acto con el que Juglar critica la pérdida de identidad que provoca la atracción por lo extranjero y “la vanidad desmedida de las personas que por andar bien vestidas en ocasiones dejan de comer”, dice Isidro Murillo, coordinador del grupo. El cuestionamiento a la realidad hospitalaria es otro de los temas que continúa latente en esta puesta en escena.