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Juan Gelman siempre creyó en la humanidad

Juan Gelman fue declarado Huésped Ilustre, en la Sala Capitular de San Agustín, cuando visitó Quito en junio del 2013. Archivo / EL COMERCIO

Juan Gelman fue declarado Huésped Ilustre, en la Sala Capitular de San Agustín, cuando visitó Quito en junio del 2013. Archivo / EL COMERCIO

Para los lectores obsesivos no es fácil despertar después del día en que un poeta ha muerto. Es difícil lidiar con la perplejidad de abrir la ventana y comprobar que el mundo no se ha acabado. Y más difícil aún cuando el lector obsesivo-compulsivo es latinoamericano y arrastra el dolor no sanado de la poesía continental. Muy en el fondo, este tipo de lectores desahuciados conservamos una ciega fe en que los grandes poetas de América Latina son como dioses del Olimpo y no pueden morir. Y si una fatalidad nietzscheana los matara, pensamos que la humanidad sería tan solidaria como para morirse con él.

Porque Juan Gelman (1930-2014) siempre fue solidario con la humanidad. Nunca perdió la fe en ella. Supo poner en palabras aquello que a los hombres nos quemaba en el alma. Lo imaginé escribiendo 'País que fue será' (2004) o 'Bajo la lluvia ajena' (2009) sobre hojas de pergamino y papiro. Era demasiado idílica mi percepción de un hombre que en realidad exploró los confines del horror. Un horror que le arrebató lo más preciado de su vida y que, sin embargo, jamás lo derrotó.

Así lo comprobé la ocasión en que EL COMERCIO me envió a entrevistarlo durante su última visita a Quito (junio del 2013). El encuentro se dio en el vehículo que lo condujo al Convento de San Agustín, donde lo declararon huésped ilustre. En el asiento del copiloto Mara La Madrid, su esposa, fumaba y daba sus impresiones sobre la ciudad. En el asiento de atrás yo le pedía a Gelman que me explicara cómo era posible que él no fuera la personificación de la tristeza. "La poesía no nace ni del dolor ni de la alegría", respondió, "sino de una percepción de todo aquello que lleva al poeta a buscar con la imaginación los rostros de la vida, que son muchos".

El dolor debía estar entre sus razones para escribir poesía: El 24 de agosto de 1976 los militares de la dictadura argentina irrumpieron violentamente en su casa y se llevaron a su hijo Marcelo Ariel y a su nuera María Claudia García, quien estaba a punto de dar a luz. Nunca más los volvió a ver. Pero en marzo del 2000, Jorge Batlle, el entonces presidente de Uruguay, le comunicó que habían encontrado a su nieta, nacida en Montevideo y criada por un policía uruguayo y su esposa. Al encontrar a Macarena, esa nieta que era toda su esperanza, Juan Gelman venció en su batalla más heroica.

Y ahora que Gelman ha muerto y que su nombre es palabra calcinada, me parece que ha sucedido el encuentro por más de tres décadas postergado: Marcelo Ariel abraza a su padre y le agradece por la búsqueda incansable de Macarena Gelman García. La larga noche cósmica recibe a Gelman entre los aplausos de los grandes poetas que lo admiraron y quisieron. Veo a Paco Urondo, Rodolfo Walsh, Antonio Di Benedetto, Cortázar y Jorge Enrique Adoum. Todos ellos quieren estrecharlo entre sus brazos y Gelman les juega inteligentes bromas. "La poesía es como una gran orquesta sinfónica -me dijo Gelman en la entrevista-, en todos los países hay voces importantes." Y esa bella imagen no logra, sin embargo, que su muerte duela menos. Él fue tan solidario con la humanidad que no resulta fácil aceptar esta orfandad. Por eso he preferido escuchar varias veces los cinco minutos que me quedan de su voz en un archivo de audio. Retornar al vehículo que compartí junto a él por las calles de Quito. Reinventar con la memoria los surcos caricaturescos sobre su piel de nieve e intentar que esa sea la imagen que me quede de él.

Juan Gelman ha muerto. Cuesta entender que el mundo no se haya acabado. Él hizo del castellano un territorio libre. Y fue la ilusión luego de la desesperanza. Tras su lucha nos hereda un continente más transparente. Gelman encarna la idea del poeta total. Es uno de esos guerreros para los que la vida y el poema eran una mismo y ardiente recorrido. Para él las hojas de papel, blancas como sus manos, eran como las máscaras del teatro griego. Por eso ahora es inmortal. Su poesía es un diálogo limpio entre los vivos y los muertos.

  • Datos:

Nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930; ejerció el periodismo, oficio que compartió con la escritura poética. Vivió exiliado desde mediados de los 70.

Ganó varios premios, entre ellos el Cervantes (2007); el Reina Sofía (2005); el Ramón López Velarde (2003); el Juan Rulfo (2000).

  • La frase de Juan Gelman:

"Cuando la Muerte te haga prisionero / tu casa / ¿de qué te servirá? / aunque esté hecha de ladrillos / de qué te servirá..."