‘Yo no me tomo muy en serio ni me tomo a pecho lo que hago”, suelta como explicación de su trabajo Jorge Velarde. Y ver su nueva exposición, ‘The Pink Painter Strikes Back Again’, es una buena muestra de esa suerte de anarquía que se evidencia en su estilo de pintar.
La muestra, repartida en dos lugares, se inauguró la semana pasada en los dos locales de la galería CESADesign, Guayaquil.
Los cuadros se notan de entrada tan variados como los intereses personales del pintor. Hay desde un enorme óleo de El Solitario George, hasta autorretratos decapitados de Velarde.
“El Solitario es como yo, único en su especie”, dice Velarde, quien además agrega que Jorge (la archifamosa tortuga) es el nombre en español del ‘lonesome’. Velarde agrega que su estilo, su identificación, se da más con los pintores de mediados del siglo pasado, tanto en su concepción del arte como en la del trabajo del artista. Pareciera incluso que es una lucha interna, contra sí mismo.
Solo así se podría explicar los retratos en que su cabeza está cortada; o en el que está sin piernas. Es como una obsesión por autoflagelarse. “Pero las ideas que tengo no son conceptuales. Son gráficas. Primero hago la imagen, no es que quiero decir algo. En este caso es una broma sobre mí mismo. Tal vez sí tiene algo de mis demonios o inquietudes”, explica.
Lo más curioso es que su cabeza, sangrante, siempre tiene a la paleta de pintor como bandeja. Y el título de la obra ‘Como Juan Bautista II’ también deja entrever mucho de lo que podría ser…
También su trabajo va mucho hacia los retratos. Especialmente de su familia. Cualquiera pensaría en otra obsesión, otra lucha y hasta otros demonios. En la práctica, esto es y no es así. Velarde se ve a sí mismo como un hombre muy tímido para hablar con las personas; se siente ermitaño.
“Entonces, los modelos que tengo más a mano son mi familia”, añade sonriendo, como si considerara que esta respuesta, tan sencilla, la debiera conocer quien observa esta línea de su trabajos.
Las 40 obras que comprenden esta muestra, dividida en las dos galerías, son en su mayoría la última producción artística de Velarde. Hay, sin embargo, algunas fotografías y otros formatos que también están instalados. Lo hizo porque el mismo Velarde pensaba que podían aportar.
Yo -asegura- no ordeno los cuadros ni los filtro. “La única censura que ejerzo sobre mi trabajo es si me gusta o no. No son un mundo cerrado, redondo. Soy desordenado y no tengo ningún problema en serlo. Me he aceptado así. No soy de los que tratan un tema en una muestra. Es más la bitácora de mi propia vida”.
Hay trabajos como ‘Muletas’, en que se forman, a partir de estos elementos, una pierna y las siluetas femenina y masculina. O ‘Fuente’, en la cual una hermosa mujer deja fluir de un urinario un líquido. Ambos cuadros son dos óleos, un material con el cual el pintor se siente cómodo de trabajar.
¿Y esto no iría en contra del arte contemporáneo y las corrientes de los formatos alternativos?, pudiera pensar un conocedor del tema. “Yo soy como las tortugas, evoluciono lento. Soy de dar pasos lentos, miro a mi pasado, mis raíces. No soy de lo que se podría llamar de ruptura, o de grandes saltos”, resuelve Velarde.
En esencia sus obras son figurativas y naturalistas. Temas y cosas diferentes, pero siempre recurre a la forma. “Soy un ser del siglo pasado. Ya no se enfrenta a la pintura como la enfrento yo. En cuanto a pintor me siento muy solo”, dice Velarde, mientras levanta la vista y observa de nuevo su propia obra que estará expuesta, a la espera de nuevas miradas, hasta el 5 de noviembre próximo.