Al entrar en la sala I del Centro Cultural Metropolitano, una enorme Mariana de Jesús adoctrinando a unos indios llama al espectador a recorrer el lugar. Allí se encuentran más de 300 obras que retratan al Ecuador del siglo XIX, que pasó a través de los ojos de Joaquín Pinto.
Los procesos independentistas del siglo XIX llevaron a los artistas de las nacientes naciones a retratar a su pueblo, a su gente, a sus costumbres y tradiciones. Eso es precisamente lo que se puede apreciar en la exposición ‘Joaquín Pinto: crónica romántica de la nación’, que se exhibe, de forma gratuita, en las salas I, II, III y IV del Centro Cultural Metropolitano, hasta el 13 de febrero del 2011.Joaquín Pinto (1842-1906) fue un hábil pintor de la segunda mitad del siglo XIX y primera parte del XX. Desde muy joven sintió vocación por la pintura. Así, a los 20 años abrió su primer taller, ya con gran conocimiento en técnicas del óleo, acuarela, pastel, lápiz, grabado y pluma.
Hacia 1866 inició con los primeros retratos de personajes populares: el indio, el mestizo, el alcalde. Pero su aporte principal llegó en 1868 cuando se dedica a dibujar paisajes, plasmando de esta manera el romanticismo en la plástica ecuatoriana.
La exposición ‘Joaquín Pinto’ es el resultado de investigaciones realizadas por la curadora Adriana Chávez y el curador e historiador Patricio Guerra, del departamento de Investigación y Curaduría del Centro Cultural Metropolitano, desde abril de este año.
Chávez, quien además curó la exposición, señala que la importancia de Pinto en el arte ecuatoriano radica en que él fue el único de su generación que se dedicó a hacer arte desde el Ecuador. Esto a diferencia de sus contemporáneos, como Luis Cadena o Juan Manosalvas, quienes en su mayoría recibieron ayuda del Estado para poder estudiar arte en Europa. Chávez realizó una primera aproximación a Joaquín Pinto en 1993, en una investigación bajo la dirección de Lenin Ortiz. Ella apunta a que la obra del pintor quiteño fue el primer paso hacia el impresionismo en nuestro país.
En el Centro Cultural Metropolitano se ve por qué la obra de Pinto tiene el sello de lo nacional. Entre sus cuadros se puede encontrar a un imponente ‘Chimborazo’, se puede revivir la ‘Entrada de la Virgen por la esquina de San Blas’, o ver al ‘Alcalde y su esposa’ mirando fijamente a los ojos del observador atento.
Al igual que Claude Monet en Francia, Joaquín Pinto buscaba capturar a la tierra que lo vio nacer: un territorio lleno de luz y color, con los rostros de los luchadores y los vencidos, con paisajes imponentes, y junto a esto la sencillez de un jarrón sobre la mesa. En fin, un Ecuador que buscaba perpetuarse en la memoria de sus habitantes.
La curadora de la exposición dice que una parte importante de la exposición está conformada por la sección de bocetos de Pinto. “A diferencia de muchos artistas que trazan pinceladas rápidas sobre el lienzo, Pinto tenía la minuciosidad de realizar bocetos de cada una de sus obras.
Es en esta técnica donde se aprecia al verdadero artista”, señala la experta.