Javier Vásconez y las confesiones de un ‘coleccionista’ literario

El escritor Javier Vásconez, en un asiento en el parque de Santa Clara, uno de los escenarios de su nueva novela. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Santa Clara se ha convertido en un lugar icónico dentro de la literatura de Javier Vásconez (Quito, 1946). Este barrio, ubicado en el centro-norte de la capital, es el escenario por el que transitan, sueñan, malviven y mueren los personajes de su nueva novela titulada ‘El Coleccionista de Sombras’, publicada por la editorial española Pre-Textos.

En una de las casas de este barrio vive Vásconez, un escritor lleno de obsesiones y recuerdos del pasado, al que el conde Aldo de Velasteguí le encomienda escribir una crónica sobre La Circasiana; su hogar y el epicentro de la vida social y bohemia de la ciudad.

A través de Vásconez -el personaje-, el autor realiza un ejercicio interesante de desdoblamiento para colarse al otro lado del espejo y desde la ficción hablar sobre su veneración a ciertos autores, su visión del oficio de escritor y sobre varios pasajes que marcaron su infancia y su adolescencia.

Entre esos autores que venera Vásconez, el de la ficción y el de la vida real, están Dostoievski, Conrad, Faulkner, Onetti y Melville, al que califica de escritor incomparable.

No parece fortuito que entre los miles de libros de la biblioteca del conde Aldo de Velasteguí, Vásconez -el personaje- haya reparado en los tres volúmenes de la histórica edición de ‘Moby Dick’, de Melville y que luego le diga al conde que con esa ballena había perdido su inocencia literaria.

“Cuando terminé de leerlo me sentí tan perturbado que nunca pude medir el tamaño de su maldad. Pese a todo lo que se dice al respecto, sin la incidencia del mal, la literatura no tendría sentido o sería una pobre carcasa vacía”.

Ese mundo, donde lo más oscuro de la condición humana se convierte en una constante, es en el que hurga Vásconez -el escritor- a través de su homónimo, quien entabla una relación cercana con Denise, la esposa del conde de Velasteguí.

Ella es la que escucha con asombro y terror algunos de los momentos más traumáticos de su vida; especialmente los que se dedica a contar pasajes de la compleja relación que tuvo con su padre, su paso por el Saint Mary’s College en Inglaterra, donde siempre se sintió un extranjero y un solitario, o su insólita experiencia por los límites de la locura en un hospital de París.

En medio de este juego de espejos, el Vásconez escritor le regala al lector un viaje por momentos de su vida, que antes habían aparecido de forma escueta en entrevistas o presentaciones de libros. De alguna manera, la novela se convierte en una especie de confesionario de este coleccionista de sombras, de personajes y de ciudades; metrópolis en las que ha vivido y que han marcado su trabajo como escritor.

Un de ellas es Barcelona, donde tuvo una estadía de dos años y escribió ‘El hombre de la mirada oblicua’ y ‘La carta inconclusa’. El narrador de ‘El coleccionista de sombras’ cuenta que, en Barcelona, Vásconez quiso convertirse en hombre de letras y vivir sumergido en una ciudad literaria rodeada de mitos, pero confiesa que vivir allí fue la experiencia del fracaso.

“A lo sumo pudo hacer de Barcelona una ciudad de novela negra. Dejando a un lado algunos días de otoño, en los que tuvo la dicha de tomar café muy temprano, cuando el Zúrich aún estaba vacío, de recorrer hacia abajo la Rambla oyendo el primer canto de los canarios o caminar con el lejano ruido del mar por la Barceloneta; el resto del tiempo, debido al insomnio, su estadía en la ciudad fue un infierno”.

Otra de las ciudades que ha marcado la literatura de Vásconez -el escritor- es Quito. Al respecto, el crítico literario Amir Valle sostiene que se ha convertido en el más acucioso ‘topógrafo’ de esta ciudad. Quito como el escenario de sus obsesiones y como el paisaje por el que deambulan personajes inolvidables, como el doctor Kronz, el periodista J. Vásconez o Roldán.

A ellos se suman los personajes secundarios de esta novela, entre ellos Patricio Andrade, el dueño de la vulcanizadora de Santa Clara, el fotógrafo Félix Gutiérrez, el abogado Merlán y la señorita Liliana Zaldumbide, una odontóloga, que se convierte en la protagonista de uno de los ­capítulos del libro.

Mirando en retrospectiva, la literatura de Javier Vásconez siempre ha tenido conexiones con su vida. En la entrevista que la catedrática francesa Anne-Claudine Morel le hizo en 2012, cuenta que él es un enfermo de epilepsia y que el personaje del doctor Kronz apareció porque quería escribir de un médico que antes de recetar mecánicamente, sin escuchar la opinión de los enfermos, se pusiera de parte de ellos. “Uno que comprendiera que toda enfermedad es, sobre todo, un asunto emocional”.

En ‘El coleccionista de sombras’ esas conexiones están más presentes gracias a Vásconez -el personaje- y a una atmósfera narrativa que atrapa a cualquiera que aún no se haya enganchado con su literatura.

“Toda pasión linda con el caos, pero la de un coleccionista linda con el caos del recuerdo”. La cita de Walter Benjamin calza perfecto para reflexionar sobre la prolífica colección de personajes e historias que Javier Vásconez ha creado desde que publicó ‘Angelote, amor mío’ y que en esta nueva novela son una muestra de su innegable ­madurez literaria.

Suplementos digitales