De los arcos de medio punto, que circundan el patio del Hospital Psiquiátrico San Lázaro, cuelgan palabras de un lenguaje desconocido o, simplemente, sílabas sin sentido. Todo depende del punto desde el cual se mire a estos signos. Para conocer las posibilidades de significación de su intervención, el artista venezolano, Javier Téllez, lleva al visitante hasta las fronteras de la locura y de la razón, hacia los territorios del misticismo y de la palabra poética. Lo hace con la presencia absoluta de ese espacio, que engloba en su arquitectura la memoria de la religión y la historia de la locura en esta ciudad. Lo hace, también, con pendones blancos donde se hallan impresos los textos glosolálicos, que el poeta y teatrista francés, Antonin Artaud, escribiera durante su reclusión en sanatorios mentales. En uno de ellos, este escritor halló el fin de su turbulenta vida. La glosolalia se construye como una lengua propia, de invención de quien la habla (puede tener términos de idiomas conocidos, pero siempre en el contexto de esa lengua inventada). A través de su vocalización, el individuo busca comunicarse con su interior o con un ente superior. El hecho de que el visitante lea en voz alta los textos dentro del silencio de aquel patio da la sensación de trasladarse a otro estado. Entonces esos pendones que Téllez ha colocado allí, son puertas hacia otras realidades, acaso del mundo de quienes habitan tras los muros de ese centro. La reflexión que propone ‘Artaud Remix’ (nombre de la intervención) es siempre válida: ¿en qué punto se halla el límite entre la cordura y la locura?, ¿qué existe más allá de nuestra percepción?, ¿aquello palpable para nuestros sentidos, es cierto? Y el artista nos lleva a un vuelo sobre el nido donde yacen las respuestas. Un nido o un patio, de piedra, pilares y jardines, en cuyo aire parecen hallarse los tratados de Erasmo de Rotterdam, las pinturas de Van Gogh, las poesías de Gérard de Nérval, las ideas de todos aquellos que se perdieron o se encontraron en ese territorio distante de la razón. Un territorio que Javier Téllez ha trabajado antes, pues proviene de una familia de psiquiatras y tiende, con su arte, a poner en evidencia lo no visible, pero siempre cuestionador.