Tokio – Quito – Nueva York. De ida y vuelta o de reversa, el ‘background’ cultural del artista visual Motomichi Nakamura tiene de las tres ciudades. “Japonés hasta la madre”, habitante de la ‘Gran Manzana’ y casado con ecuatoriana, vuelve a Quito para levantar el puño y decir “presente”, esta noche, en el Centro de Arte Contemporáneo.
Las animaciones de Motomichi penetrarán los muros y las piedras del antiguo Hospital Militar, en una noche de música y video, donde también estarán los nacionales DJ Kik y VJ Sr. Siniestro. Grafitat, empresa especializada en traer al país las vanguardias de las artes gráficas, corre a cargo de la organización.
“No era bueno para nada más”, Motomichi suelta riéndose ante la pregunta de por qué se dedicó a las artes. Pero ya de chico se perfilaba hacia el dibujo o la construcción de objetos y le fascinaba todo aquello que se moviera, empezando por lo bichos y reptiles.
Si en Japón (de donde salió a los 17) todo le resultaba limpio, refinado, sofisticado, Sudamérica fue, en cambio, intrépida, áspera, dura… Y todo eso, visualmente hablando, tiene presencia en su trabajo. Un trabajo en donde prima la intensidad.
Para empezar, está su paleta de colores: blanco, negro y rojo. Así como se dice que menos es más, siempre le gustó simplificar para comunicar ideas. No se quedó en lo B/N, porque eso ya está en el cine y la foto; entrar en esa categoría no era su intención. Necesitaba algo de color y fue el rojo: “El blanco es lo más brillante, el negro es la oscuridad y el rojo es la fuerza. Es un triángulo que cubre todo, es concepto…”.
Eso es parte de sus creaciones y, también, de algo de su vida; compra camisetas rojas, cuando no blancas o negras, pero no se le ocurre pintar su casa o decorarla así. En la cotidianidad, a lo positivo-negativo, prefiere lo colorido.
Los personajes que inventa beben del futurismo y de lo mítico, ya son monstruos, humanoides o especímenes de la criptozoología. Dice que no es intencional la actitud robótica de muchos de ellos y para explicarse se remite a la gráfica primitiva, a los dibujos incas-maya, con esos seres en posición y con movimientos autómatas. Pero en su trabajo, el único motivante para hacerlos así es la facilidad de animar líneas rectas y figuras simétricas.
Eso sí, en cuanto a la sustancia, prefiere personajes intensos a lindos; a pesar de la simpleza de los recursos en color y forma, consigue darles complejidad. “Es un lenguaje, una vez que lo aprendes ya sabes cómo comunicarte”. Muchos personajes no tienen ojos. Y eso que para Motomichi los ojos son muy importantes cuando se conoce a alguien, si no se ven hay incomodidad, miedo…
Ese estilo tan personal no está solo en sus animaciones sino en las otras prácticas que Motomichi desarrolla: la ilustración, el diseño comercial, el arte objeto o el tatuaje. Su forma de adaptarse a las diferentes prácticas le viene como un proceso de aprendizaje; saltar de un campo al otro es compartir conocimientos y experimentar. Y eso ha hecho desde la primera vez que actuó como VJ (mezclador de videos); en esta práctica conjuga dos de sus mayores dimensiones, lo audiovisual y lo sonoro. Categorías que también son referente para su arte.
En el cine se inclina por filmes con tramas oscuras, alejadas del horror meramente grotesco, cintas con una intención honesta (aunque, “¿a quién no le gusta la explosión de un Transformer?”, dice). Mientras que de la música, Motomichi prefiere el hip-hop de los 80, ese de N.W.A., de Dr. Dre o Snoop Dog. Y como para dejar en claro la impronta latina en su arte y personalidad tiene en sí la música de Tego Calderón y el reggaetón. “Es una música interesante” dice y recuerda que la primera vez la escuchó en Nueva York, mientras caminaba por la calle, desde un auto explotaba el sonido de Gasolina. “¡Qué diablos es esa música! Nunca sentí tal cosa”.
Pero en su trabajo se ha volcado más bien hacia otros artistas y otros géneros ligados con lo electrónico, ahí están las animaciones que ha hecho para The Knife, Temposhark y Otto von Schirach. Son videos que han rotado en la web.
MTV también contó con sus animaciones, cuando esta cadena aún tenía música y buscaba marcar tendencias entre lo ‘cool’ y lo ‘freak’. Allí, trabajando para un enorme público y con los lineamientos políticos de la TV, Motomichi tuvo que explorar en su creatividad para jugar con la censura, ser violento sin sangre, ser agresivo sin agresión, comunicar sin evidenciar.
Si bien tiene disentimientos con el arte político, cree en el poder de las artes para promover ideas. “Puede que me equivoque, no sé si el artista puede cambiar el mundo; pero el arte tiene fuerte influencia, por eso el artista debe ser responsable con el mensaje”. Hoy, acaso, algo cambiará…
Motomichi VJ
El artista japonés estudió en el Parsons College, de Nueva York. Su obra se ha visto difundida en la web y en MTV, además ha expuesto en el MOMA y otros museos de arte contemporáneo.
Motomichi realizará su performance como VJ esta noche, en el Centro de Arte Contemporáneo desde las 20:00. La entrada cuesta USD 15.