Hamelin está infestado de ratas. Pero no de roedores rastreros, sino de pederastas. Eso en la pieza teatral escrita por el español Juan Mayorga y puesta en escena en una producción del grupo Ojo de Agua, bajo la dirección de María Elena Mexía y María Elena López.
El argumento se resume a la indagación del juez Montero por desarticular una red de abuso y pornografía infantil, que tiene a Pablo Rivas como acusado, y a Josemari como víctima. Pero la obra habla sobre la perversión en una sociedad acostumbrada a los vicios. Si bien Rivas puede ser el flautista que engatusa a los niños, las lecturas pueden soltarse hacia otros personajes.
En la puesta en escena, los planteamientos del diálogo y los movimientos, casi asépticos, manifiestan la escasa comunicación entre los sujetos del drama. Cuando hay contacto, lo hay morboso. Sobre la escena, la mayor parte del tiempo carga una luz blanca, aplastante; cuando no, juegos de luz y música buscan intensidad.
Dentro de ese espacio se dan las relaciones de poder entre los personajes, relaciones que se subvierten y los ponen a todos como cómplices, cuando no como culpables. Sobre escena, Montero se encarga de cuestionar a los medios, mientras que su presencia sola basta para criticar el rol de los órganos de control o la ausencia de los padres en el hogar, Montero como papá es nulo. Aunque la pobreza quiere mostrarse como justificativo, esta queda sometida ante los problemas de comunicación, el aislamiento o el ‘no trato’. Si en el hogar de Josemari no hay dinero ni afecto, la casa de Montero es pobre de emociones.
El blanco y negro ambientan la puesta en escena, como si la historia se podría reducir a héroes y villanos; pero al final, la balanza se pone a favor de la monstruosidad. El cuadro de la confesión por parte de Josemari es o conmovedor, o repulsivo. Pareciera que el texto de Mayorga se basa en un cuento infantil para luego disparar su postulado “hablar a un niño es lo más difícil del mundo”
Cabe anotar la buena interpretación de Geovanny Pangol en sus papeles como Pablo Rivas, como Josemari, como su hermano mayor y como su padre. Su actuación da cuenta del vicio, del abandono, de la impotencia…
Por su parte, Roberto Sánchez hace el hilo narrativo. Él es Montero que, interpelando al público, propone los puntos de vista, aclara conceptos, desenvuelve la pesquisa; pero él también, como el flautista con su música, guía y lleva al espectador hacia donde su interés lo dispone.
‘Hamelin’ se presentó el miércoles y ayer por la noche, en el Teatro Variedades.