La música académica no es tan seria como parece. Hay una anécdota de la primera vez en que Beethoven ofreció su Concierto para Violín y Orquesta: ¡el violinista hacía trucos de magia, tocaba el violín en diferentes posiciones! Cuando Franz Liszt tocaba el piano, bajaba del escenario, se tomaba unas copas de vino, ¡y hasta coqueteaba con las mujeres del público! De historias como estas se han alimentado el violinista Aleksey Igudesman y el pianista Hyung-ki Joo. Si no fuera por ellas, los músicos no lograrían justificar gran parte de su propuesta escénica A Little Nightmare Music and Humor, en la que ponen de manifiesto el aspecto lúdico de la música.
El espectáculo se presenta esta semana en Samboronmdón, Guayas, (martes 28, 20:30, Teatro Sánchez Aguilar) y en Quito (viernes 31, 20:30, Casa de la Cultura Ecuatoriana). Días previos a que su música y humor se apoderen de los dos escenarios, y poco antes de turistear por el país, los intérpretes ofrecieron un par de entrevistas a EL COMERCIO para hablar de todo lo que hay detrás de las pesadillas musicales que ofrecen.
Más de 200 km separan a Guayaquil y Quito. Sin embargo, esta distancia parece ser nula cuando Joo, desde el puerto, e Igudesman, en la capital, hablan sobre su propio arte. Si en el momento en que se los entrevistaban andaban separados no era sino por su afán de conocer un nuevo país (antes de sus presentaciones el primero fue a Galápagos y el otro a Esmeraldas).
Ellos coinciden en que al transgredir las barreras, Yahudi Menuhin (uno de los más grandes violinistas del siglo XX y director de la escuela en la que ambos se formaron) dejó por sentadas las bases de una nueva forma de acercarse a la partitura. “Tenía una visión muy abierta del mundo. Como músico también era muy abierto: no tenía reparos en tocar junto con Ravi Shankar -el músico indio que toca la cítara-, otro día presentarse con el pianista estadounidense Duke Ellington y al siguiente con el famoso violinista de jazz Stephane Grappelli”, comenta Joo. Esa apertura de Menuhin hacia las nuevas sonoridades implicó, para los intérpretes, un replanteamiento en su forma de trabajar. La rigidez no podía ser la norma. Existía un terreno inexplorado en el mundo de las artes, del cual ellos podían servirse. Era la comedia.
De repente, Oscar Wilde, Anton Chéjov y Bernard Shaw comenzaron a colarse en su trabajo artístico. Junto a las grandes partituras para violín y piano, ellos -encerrados en las aulas de The Yeduhi Menuhin School (en Reino Unido)- sacaban tiempo para revisar una que otra comedia. Inmediatamente, se suscitó una autocrítica en la forma de hacer música. “Sentíamos que la atmósfera era muy vieja y seca. Era como un funeral. La música no es tan seria, también puede ser graciosa. Queríamos hacer otras formas de concierto” dice Igudesman. Joo añade que “cuando teníamos una idea no tan ortodoxa, los profesores en lugar de oponerse nos decían: “Ah, ¿así que quieren hacer eso? Ok, háganlo, aunque también podrían hacerlo de esta forma”. Nos incentivaban a que desarrollamos nuestra individualidad como artistas”.
El resultado de su exploración en las artes escénicas decantó en la creación de Igudesman&Joo, que traducida al lenguaje más mercantilista resulta en una empresa en la que sus accionistas son dos músicos comediantes y su oferta al mercado es el humor musical. Las ganancias por sus inversiones son los miles de aplausos y risas que recolectan en cada uno de sus espectáculos. Y su mejor carta de presentación son los cientos de videos que circulan en la web y que han inmortalizado a sus shows.
Como ejemplo se encuentra Gravity, colgado en la plataforma de YouTube a través del canal IGUDESMAN-JOO y en el que sus locuras los llevan a simular a dos músicos de lo más roqueros, impresionante performance que rompe con los formalismos de lo clásico.
Pero, sobre todo, ellos siempre serán músicos. Es por eso que para Joo es imperativo resaltar esta particularidad. Dice que “existen muchísimos humoristas que hacen música, nosotros, en cambio, somos músicos que de repente nos convertimos en humoristas.
Esa es la gran diferencia. Sentimos mucho respeto por la música y eso ha hecho que músicos bastante reconocidos y actores quieran trabajar con nosotros, como por ejemplo Billie Joe (líder de la banda de punk rock Green Day), (el actor) John Malkovich, Roger Moore (el ex James Bond)”.
Hyung-ki Joo
Pianista. Además de su carrera como intérprete, el músico británico dedica gran parte de su tiempo a la composición.
Su visión. Siente que la música no debería ser tan formal, debe ser jovial.
Aleksey Igudesman
Violinista. Ha trabajado para sellos discográficos como BMG. Además, ha colaborado con el laureado compositor Hans Zimmer.
Su visión. La composición es un oficio diario. Cada obra debe tener humor.