Lo que más admiro de la caricatura es su capacidad de trazar en pocas líneas toda una serie de hechos y discursos. Esa virtud es la que le da una capacidad desmitificadora del poder. En otras palabras, su virtud de síntesis es la que la ayuda a denunciar hechos y criticarlos.
Indiscutiblemente, la caricatura se constituye en una sátira visual que llega a todo el mundo. Su capacidad de ser gráficamente comprensible la ayuda a que cualquier tipo de lector pueda interpretarla. En esos pocos trazos, los hechos llegan sin palabras para convertirse en imágenes de acción y reflexión.
Es así que el caricaturista, en especial el humorista político, toma como referencia el poder, concentrado en un hecho de actualidad o en un personaje polémico, y lo lleva hacia un espacio donde la sátira es el único editor.
A lo largo de estos años, ha habido muchas caricaturas que han dejado huella en la memoria de muchos. Por mi parte, recuerdo unas viejas caricaturas que hacían sobre Velasco Ibarra; en ellas, Velasco era una y otra vez puesto en situaciones jocosas.
Asimismo, las caricaturas de Asdrúbal, Roque o Bonil, por citar algunos, han reflejado parte de lo que molesta a la gente.
Sin duda, la caricatura en el país causa una atracción especial sobre el lector. Es por eso que muchos van primero a las páginas editoriales, para verla.