Reconozco que Gregory Bateson no estaba incluido en mi lista de científicos a quienes sigo con regularidad. El descubrimiento lo debo a Zygmunt Bauman y su obra: “Sobre la educación en un mundo líquido”, en un sabroso diálogo entre el autor y Ricardo Mazzeo.
En esa conversación, aluden al libro de Bateson, “Los pasos hacia una ecología de la mente”, uno de sus libros más relevantes, junto a otro famoso: “Comunicación: la matriz social de la psiquiatría”
¿Quién fue Gregory Bateson?
Se le reconoce a Gregory Bateson como una “una de las mentes brillantes, más creativas y más originales de la antropología del siglo XX”, según opinión de Zygmunt Bauman.
Bateson nació en Grantchester, Reino Unido, el 9 de mayo de 1904, y falleció en San Francisco, Estados Unidos, el 4 de julio de 1980. Fue biólogo, antropólogo y científico social, que generó un diálogo interdisciplinario con la ecología, la psiquiatría, la psicología, la lingüística, la comunicación, la cibernética y la sociología.
En sus inicios estudió zoología y biología. Combinó su trabajo de campo en Nueva Guinea y más tarde en Bali, con su entonces esposa, la prestigiosa antropóloga Margaret Mead. En Estados Unidos se instaló en California, donde se unió a la Escuela de Palo Alto y adquirió la ciudadanía estadounidense. Como investigador asociado en Psiquiatría y Comunicaciones, se interesó en las relaciones entre la esquizofrenia y la comunicación, que darían fundamento a su teoría del “doble vínculo”.
En 1951 publicó, junto con Jürgen Ruesch, el libro “Comunicación: la matriz social de la psiquiatría”, y profundizó los procesos de la comunicación animal inter especies, (pulpos, delfines y moluscos), que le permitieron elaborar nuevas teorías acerca del aprendizaje.
Otras obras de Bateson son: “Espíritu y naturaleza” y “Una unidad sagrada: Nuevos pasos hacia una ecología de la mente”.
Conducta competitiva
Zygmunt Bauman cuenta que Gregory Bateson tuvo un padre –Willian Bateson– incómodo, considerado un precursor de la genética. Esta relación le permitió descubrir el denominado “doble vínculo”, un enfoque que cambiaría la psiquiatría, mediante un penetrante estudio de la esquismogénesis, que “describe el proceso mediante el cual un conflicto o división se intensifica dentro de un grupo o entre individuos”.
Gregory Bateson identificó dos categorías de comportamientos: una simétrica, en la que las partes en conflicto asumen posiciones tendientes a lograr la superioridad; y otra complementaria, cuando las partes se refuerzan de modo recíproco, y arrojan luz sobre la dinámica de la conducta competitiva en toda clase de interacciones humanas.
Los tres niveles del aprendizaje
“El nivel más primario -según Bateson- es la mera transferencia de información para ser memorizada; el segundo, el “deutero aprendizaje”, que tendría como objetivo el dominio de un “marco cognitivo”, en el que la información adquirida puede, en el futuro, ser abstraída o incorporada; y, el tercer nivel, consistente en enseñar aptitudes que permitieran desmembrar y volver a organizar el marco cognitivo predominante, o bien desecharlo por completo sin sustituirlo por un elemento de reemplazo”.
Bateson consideró que este tercer nivel podría considerarse patológico o contra educacional. Mientras, el primer nivel -el más bajo- ha caído en desuso; el tercero podría considerarse -de acuerdo a Bateson- como “un cáncer, convertido en la norma en el proceso de enseñanza y aprendizaje”.
Abrir la mente, la clave
Para reafirmar lo dicho, el autor argumenta que el primer nivel de aprendizaje sería básico, elemental, cuando los alumnos repiten palabra por palabra lo que los maestros les dicen. Bateson califica este aprendizaje como “maquinal”, porque implica memorizar, construir fortificaciones contra cualquier información transgresora o simplemente fuera de lugar. En suma, un aprendizaje irrelevante.
En el segundo nivel, Bateson advierte la creación de marcos cognitivos y predisposiciones que permiten al alumno orientarse en cualquier situación, aunque no esté familiarizada con ella, y que consigan la absorción, la asimilación e incorporación de nuevos conocimientos. Esto permitiría la producción de “mísiles inteligentes”.
Bateson sugiere un tercer nivel, en esta revolución de los aprendizajes: implica el dominio y revisión de los marcos cognitivos precedentes para dar cabida y sentido a reconocer errores o “tropezones” periódicos para, en última instancia, construir nuevos conocimientos.
En otros términos, Bateson concluye que los “informes anómalos” serán, en este nivel, demasiado numerosos como para ser descartados o rechazados como aberraciones. En esto último coincidirá más tarde Thomas Kuhn, en el libro “Estructura de las revoluciones científicas”, quien apostó por nuevas formas o paradigmas de ver la realidad para resolver problemas antiguos.
En síntesis, esta forma original de transformar los aprendizajes nos lleva a profundizar las ideas de Gregory Bateson, y apostar por el cambio de la educación en aras de una revolución perpetua. Para ello, insiste Bateson, “la enseñanza de calidad necesita propiciar y propagar la apertura de la mente, y no su cerrazón”.
La idea de Gregory Bateson es luminosa, porque “la verdadera educación es transgresora”.