En el norte de Quito, cerca de la Av. Orellana, en una calle sin salida se encuentra la oficina de Marcelo Vásconez, uno de los escasos grafólogos que existen en la ciudad. Su estudio tiene la apariencia de una sala de juntas, una mesa con varias sillas alrededor, un pizarrón blanco y un proyector.
Sobre el pizarrón está proyectada la imagen de una carta escrita en papel amarillento de aspecto desgastado, sus palabras son apenas legibles. Al final del texto, en el borde izquierdo, se lee Frida Kahlo.
Ese documento que encontró Vásconez navegando en la red, pertenece a una colección de 37 notas, cartas y seis dibujos que permanecieron ocultos por más de medio siglo en la Ciudad de México y que ahora circulan en Internet y se exhiben en museos.
Todas las cartas fueron escritas a mano entre 1950 y 1954, por Frida Kahlo, dirigidas a su eterno amor, Diego Rivera. Estos mensajes garabateados por la pintora mexicana develaron nuevos detalles de la histórica y fascinante relación que ella mantuvo con el muralista.
Más allá de los distintos significados, obvios y literales, que se expresan en las cartas de Frida, las letras utilizadas para redactar las epístolas encubren características particulares de la personalidad de quien escribe y sobre la apasionada relación.
El grafólogo Vásconez, que suele pasar horas en la sala-estudio de su oficina buscando pistas sobre la personalidad de los individuos a través de su escritura, señala que hay varios trazos de la artista mexicana que dan fe de su alcoholismo.
Trazos remarcados y repetitivos en ciertas partes de ciertas grafías- la carta de Frida está plagada de estos rastros- son pruebas irrefutables de un mal funcionamiento de las neuronas a causa del consumo excesivo de alcohol. Entonces la grafología es un reflejo bastante fiable de lo que ocurre al interior del cerebro humano.
Y como era de esperar, los hechos históricos confirman las estimaciones de Vásconez. Margaret A. Lindahuer explica en la biografía que escribió sobre Kahlo que en 1939 la pintora llegaba a tomar hasta una botella de coñac a diario. Su problema con el licor coincide con la época en la que se divorció de Diego.
Por su parte, la grafóloga argentina Ada Guarini expone en su manual de grafología que a través de esta ciencia es posible detectar falsedades en cartas, especialmente en cartas de amor. El contenido literal del escrito es redactado a conciencia, mientras que las características de la personalidad se imprimen en las letras inconscientemente, por lo tanto no mienten.
En el caso de la poética expresión de amor que Frida escribió, hay palabras y pensamientos que van de la mano con los resultados del análisis grafológico, la pintora idolatraba a Rivera-“Diego es el UNIVERSO” escribió- hecho que es reconocible gráficamente, a tal punto que la admiración profesada se traduce en un sentimiento de inferioridad con relación a su amado.
Entre las coincidencias se cuelan también revelaciones involuntarias de la mente de Frida. Si bien la carta es la muestra del profundo amor que existió entre la pintora y el muralista, a lo largo de esta, Vásconez descubrió pistas que corroboran su atracción (curiosidad) por las mujeres.
Para analizar la personalidad de Diego, el grafólogo utilizó la firma del pintor plasmada en un dibujo a tinta que muestra a un hombre sobre el lomo de un caballo y un cheque- del Banco de Comercio S.A.- que alguna vez llenó el artista y que Vásconez encontró en internet.
Sobre la mesa de trabajo de Vásconez hay una laptop, libros apilados y varias hojas esparcidas. El experto toma uno de los documentos y con un aparato similar a una lupa, que en realidad es un pequeño microscopio, lo examina.
Después se pone de pie, se acerca a la pantalla, en donde está proyectada la firma de Rivera magnificada y con un marcador digital traza un rectángulo enmarcando la grafía que a su vez divide en nueve cuadrantes.
Así, la sección vertical derecha corresponde al pasado de la persona, a partir de lo cual Vásconez discurre sobre la relación que el muralista tenía con su padre y su madre. Diego despreciaba a su progenitora porque era una mujer exigente, mientras que profesaba admiración por su papá.
“La firma es la viva esencia del yo”, afirma el grafólogo y centra su atención en la letra D del nombre del pintor. Lo adornado del trazo denota que el padre de Diego fue un ‘don juan’ y que su hijo siguió sus pasos. La relación con Kahlo se caracterizó por los continuos romances que ambos mantenían por su cuenta y Diego fue aún más lejos al engañarla con su propia hermana.
Por otro lado, la actitud despectiva que el artista tuvo con su madre se extendió hacia las mujeres con las que entabló relaciones sentimentales. “Las quería pero a la vez las repudiaba”, revela el experto. Y la dulce y apasionada Frida no se salvó de caer en el destructivo patrón.
Al contar sus descubrimientos, que significaron cerca de diez horas de trabajo, Vásconez se emociona. Ha terminado de presentar su caso, como si fuera un detective que tras recopilar pistas, deducir y analizar resuelve un crimen.
La conclusión es triste y determinante. Frida y Diego, ella masoquista, él sádico, estaban hechos el uno para el otro. Sus mentes, sus inconscientes, estaban ‘diseñados’ para atraerse y complementarse. Las pruebas están grabadas en puño y letra.
La unión del elefante (Diego por su ancha contextura) y la paloma (Frida por su pequeñez y fragilidad) podría parecer contradictoria superficialmente. Sin embargo, sus personalidades calzaban una con otra, como consta en el texto ‘Frida Kahlo y Diego Rivera’ de Havsteen y Hernández, “a pesar de las aventuras de Diego […] y de las propias infidelidades de Frida la pareja lograba complementarse en muchos aspectos.
HOJA DE VIDA
Ing. Marcelo Vásconez
- Es fundador de Polygraph del Ecuador, empresa dedicada al análisis poligráfico y ciencias similares, como la grafología.
- En el 2006 el título de Grafólogo profesional en México. Es miembro activo de Asociación Latinoamericana de Grafología (ALG) y de la Asociación Mexicana de Grafología (AMG).
SOBRE LA GRAFOLOGÍA
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