‘Al final de su vida, Vidal (…) se consideraba el último representante de una especie y sin duda tenía razón”, subrayó el New York Times en su necrológica.
No dejó títere con cabeza. Comparó a Norman Mailer con Manson, y el Premio Pulitzer le propinó un cabezazo; consideró a Hemingway “una broma” y a Capote un “animal sucio”. Y él mismo se definía como una “perra caballero”. Así resume, de alguna manera, el diario español ABC a Gore Vidal, quien acaba de fallecer a los 86 años, como consecuencia de una neumonía en su domicilio de Los Ángeles.
Menos conocido en el extranjero que Norman Mailer o Truman Capote, se destacó por su gusto por la provocación, pero principalmente por una cultura y una capacidad de trabajo excepcionales. En 1948, sacudió a la crítica estadounidense con su tercera novela ‘ Un joven cerca del río’, un sereno alegato homosexual, inspirado en un amor de juventud, Jimmy Trimble, muerto en el Pacífico mientras prestaba servicio en los Marines.
“Hago todo lo que me divierte”, dijo alguna vez el escritor. Y también en su autobiografía: “Ahora que siento próximo el final, me doy cuenta de que lo único que en realidad he querido hacer durante toda mi vida ha sido ir al cine”. Para muchos Vidal fue un político frustrado y un provocador que encendía y apagaba hogueras de vanidades por donde pasaba.
Vidal, que vivió en Italia con Tennessee Williams y tuvo al escritor Jack Kerouac como amante, se indignaba contra el conservadurismo moral y sexual de la sociedad estadounidense. La identidad sexual fue también tema de su novela ‘Myra Breckinridge’ (1968). Descubrió París luego de finalizar la Segunda Guerra Mundial. “Después de la guerra, Francia fue el centro de la civilización”, declaró en 1999. “Entonces viví un período extraordinario, en compañía de artistas como Jean Cocteau, André Gide”.
Vivió consecuentemente con una de sus célebres frases: “Tener estilo es saber quién eres, qué quieres decir y no importarte nada un diablo”. Ecléctico, Vidal explicaba que el escaso interés del público francés por su obra se debía a que “en Francia, se necesita encasillar a la gente”.
“Yo hago todo lo que me divierte, pero en todos mis libros, la voz es la misma”, insistía este hombre que vivió 32 años en Ravello, al sur de Nápoles, volviendo definitivamente a Los Ángeles en 2005 por razones de salud.