El músico, director, compositor, el maestro, Gerardo Guevara, toma asiento junto al piano, donde se apoyan varias partituras. Acaba de cumplir 80 años (el jueves pasado) y los restos del festejo se ubican en un rincón de su apartamento.Afuera, Quito dibuja una de sus mañanas: con la luz del sol y un velo de niebla gris. En mañanas como esta, décadas atrás, Guevara, todavía niño, correteaba por los pasillos del Conservatorio Nacional de Música, donde su padre laboraba como conserje. Al compás de las melodías, en el edificio de las calles Cuenca y Chile, el niño se hermanaba con la música ecuatoriana.
No fue un tema el que lo sedujo y definió su devenir, sino todo el ambiente: esas atmósferas extraídas de las composiciones de Segundo Luis Moreno y Luis Humberto Salgado, a quienes escuchaba todos los días tocar el piano. Eran sonidos del repertorio universal, pero básicamente música nacional.
Una línea que ha definido la creación de Guevara dentro del ‘nacionalismo ecuatoriano’. Así lo prueban sus más de 40 obras, entre cantatas y canciones, preludios y suites, coros y sinfonías.
Para el músico Julio Bueno, además de “un ser humano tan bondadoso, que muchas veces se aprovechan de él”, Guevara es “un compositor fundamental del siglo XX, en el Ecuador. Gracias a él, tenemos impresionismo musical en el nacionalismo”.
fakeFCKRemoveEn el repertorio del maestro Guevara están El Espantapájaros y Despedida, Atahualpa y De mestizo a mestizo. Su música dialoga con la identidad del ser nacional. Su conciencia social se debe -dice- al escritor Pedro Jorge Vera, quien le demostró el valor del hombre mestizo.
La literatura y la poesía lo influyeron. Tiene obras con textos de los poetas Jorge Carrera Andrade, Jorge Enrique Adoum, Pablo Neruda y del modernista Medardo Ángel Silva: el pasillo Se va con algo mío. De igual forma, la pintura ecuatoriana lo marcó; allí esta su Galería siglo XX de pintores ecuatorianos.
Tras años de formación y producción, le llegó una nueva beca y la oportunidad de estudiar en Francia. París le recibió, en 1959, como lo que era, la capital de la cultura mundial. Al día siguiente de su arribo, ya presenció la interpretación de ‘La Consagración de la primavera’, de Igor Stravinsky. Ocurrió lo mismo con el ‘Mesías’ de Handel. Fue el tiempo del asombro y la belleza. Se quedó 12 años, coincidiendo con el mayo del 68: “algo formidable, los estudiantes contra una educación caduca”.
A su regreso, la institución donde dio sus primeros pasos se puso bajo su batuta; dirigió el Conservatorio. En un gesto de solidaridad con sus colegas y procurando la preservación de los derechos de su profesión creó, en 1973, la Sociedad de Autores y Compositores del Ecuador (Sayce). También participó de los años fundacionales de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSNE) y la dirigió. Ahora lamenta la salida del director suizo Emmanuel Siffert, mientras destaca su labor frente a la orquesta.
Quien ahora se halla encargada de la batuta de la OSNE, Andrea Vela, reconoce su influencia: “Es imposible pensar que compositores actuales se alejen de las formas tradicionales; de las cuales el maestro Guevara es referente”. Pero, además, identifica en el lenguaje de Guevara elementos contemporáneos.
Estos le llegaron por sus estudios en Guayaquil, donde el húngaro Jorge Raycki lo contactó con la música de Béla Bártok y Zoltán Kodály, compositores húngaros reconocidos. Pero no solo transitó lo académico, el jazz dibujó sus años mozos.
“El jazz es el medio en el cual las búsquedas son posibles; no hay regla que te diga ‘esto no se puede’, es libre y abierto”, dice del ritmo que interpretó en los 50 con la orquesta Blaci, también en el Puerto Principal.
Al evocar esas noches al ritmo del ‘beat’ jazzero, el gesto en su rostro aparece fresco. Los cambios impuestos por el pasar del tiempo no le resultan extraños y , aunque dice no ser roquero, admira el rock: “Esa sonoridad enorme de la guitarra amplificada”. Asimismo, la actualidad nunca le fue lejana; ve en la tecnología un aporte en la creación de idiomas musicales.
Antes de despedirse pide que le regalen una fotografía. “Me veo en el espejo y me miente, porque me muestra a un viejo… y yo no soy así”. Tiene razón.