Los lugares para la exhibición, promoción y venta de piezas artísticas, bajo la definición de galería, en Quito, o han sufrido reestructuraciones o han desaparecido. El movimiento del galerismo, con especial brillo en las décadas de los 80 y 90, ha mermado su fuerza en los últimos años.Sin embargo, por las calles de la capital se hallan lugares que cumplen esas funciones. En una breve mirada al panorama del galerismo en la ciudad, el artista plástico David Santillán esboza una clasificación de estos espacios y da su visión sobre la labor que mantienen.
Según los perfiles que identifica, existen sitios que conservan la línea clásica de exhibir y comercializar (Ileana Viteri, B&B); otros con un trabajo integral, que además de los cuadros ofrece marquetería (Marsuarte, Imaginar); los que están vinculados a hoteles, restaurantes, bares o sitios turísticos (La naranjilla mecánica, El Container); y los lugares alternativos con un lenguaje diferente y un espectro más amplio, que la muestra de piezas bidimensionales (Cero Inspiración, Arte Actual).
Además Santillán dice que como negocio, la galería es complicada de tenerla, pues, tras 10 años sin lugares formales, la gente se acostumbró a comprar las obras directamente a los artistas. A ello se suma que las visiones de creadores contemporáneos son más amplias, pero pocas se preparan para comercializarse; y que ahora se acostumbra la participación de un asesor externo que fija precio a las obras de arte y engancha clientes.
Ileana Viteri, propietaria de la galería homónima, una de las más reconocidas en Quito, dice que es complicado sostener este tipo de espacios, porque no existe una base consistente y homogénea sobre la cual apoyarse. “Aquí eso desapareció y cuesta reestructurarse, pues no se trata puramente de números, sino es una cuestión de confianza, de despertar el interés y la curiosidad y de mostrar que el arte es importante para la vida. No es una fórmula de mercado, sino una convicción personal”. En su caso se trata de una gestión privada.
Entre los factores que identifica para la caída de las galerías durante esta década, Viteri menciona la crisis bancaria y el cambio de moneda, que motivó la pérdida de credibilidad y de valor para con el objeto de arte.
En Cumbayá, se encuentra la Galería B&B, actualmente con obras de Nelson Román en exposición. Lucía Burneo, propietaria del local, señala que este surgió con el objetivo de crear un espacio para el arte en ese sector del Valle de Tumbaco. Su propuesta se centra en obras de artistas ecuatorianos nuevos o reconocidos, pero con parámetros de calidad.
Para que una galería mantenga su vigencia e importancia, Burneo considera que se debe ser creativo; que además de la muestra tradicional de pintura y escultura hay que dar espacio a conversatorios, a visitas de estudiantes para crear un criterio y reformar la visión de estos espacios. “Creo que se ha visto al arte como algo netamente comercial. Sí, hay que verlo como algo sostenible, pero también como un reto cultural, que propicie el diálogo y no solamente la venta del arte”, dice.
En ese sentido, en un pasillo del subsuelo del CCI se encuentra Sephia Galería, ahora con la muestra colectiva ‘Ecuador megadiverso’. Por su ubicación, este espacio se presta al contacto con la cotidianidad de la gente que visita el centro comercial.
La artista Ximena Cárdenas, quien está a cargo del lugar, explica que existen pocas galerías pero respetables; además señala que “la figura de la galería ayuda a que la gente se integre con el arte y que tenga una cultura de observación”. En su caso, promueve encuentros con los artistas durante el proceso de creación y se abre a propuestas más contemporáneas como el performance.