Con el propósito de crear una nueva leyenda en Quito, ciudad de leyendas, la artista costarricense Priscilla Monge llegó hasta la gran higuera que da el nombre a la casa ubicada en la calle García Moreno, entre Olmedo y Manabí.
En meses pasados realizó una primera visita de investigación. A la sombra de este árbol y rodeada por macetas de barro donde crecen geranios, en una atmósfera de tradición, Monge fue hallando las formas del diálogo entre sus visiones personales y este espacio.
Gracias a la apertura del propietario del inmueble, Fabián Recalde -como reconoce Monge- sus ideas no tuvieron restricción alguna. Entonces, surgió una idea sencilla que conllevaba una carga legendaria.
El higo y las hojas de la higuera poseen propiedades fertilizantes en la mujer; sin embargo, cuando se excede en su consumo, el producto actúa como un abortivo. Ello, sumado a una leyenda propia de la catedral de Catalina de Siena, la cual dice que si alguna mujer se sienta en una de sus bancas, seguramente terminará embarazada, se conjugaron para la intervención de Monge, dentro de Arte Contemporáneo y Patios de Quito.
A los costados de la higuera, Monge colocó dos bancas. En el asiento de la izquierda se lee: “Aquí inicia la vida”, y en el de la derecha: “Aquí termina la vida”. Ambos elementos dialogan con la presencia del árbol y de una pila de piedra. Así, vegetación, agua y roca construyen un discurso sobre la fertilidad.
Esta instalación se relaciona con el conjunto de la obra de la costarricense por presentar un elemento de la feminidad en su temática y por la posibilidad de reflexionar sobre el dar vida.
Monge considera que Quito le brindó las posibilidades para expresar lo que se armaba en su interior. Y en esta ciudad escribió su leyenda: quien se siente en la banca de la izquierda terminará embarazada, quien lo haga en la de la derecha no tendrá niños.