Una plataforma de cemento es el escenario del Centro Cultural El Prohibido, en el centro de Cuenca. Es uno de los espacios alternativos que los teatristas azuayos escogen para presentar sus obras. El grupo Apocalipsis, de Andrés Delgado y Gabriela Reinoso, en más de una ocasión presentó sus creaciones allí. Según ellos, la falta de dinero les obliga a mostrar sus obras en sitios donde reciben apoyo, sin importar si cuentan con todos los recursos técnicos y adecuaciones.
“Lo importante es llegar a acuerdos para distribuirse los costos de las entradas”, dice Delgado. Él plantea la necesidad de tener espacios que estén abiertos para los ensayos y ofrecer ciclos de teatro permanentes.
Eduardo Moscoso, dueño del Centro Cultural El Prohibido, convirtió su casa en un espacio cultural hace 15 años. Lo hizo porque grupos de teatro y artistas eran censurados y los costos para acceder a espacios eran muy altos. La idea de Moscoso -quien es artista plástico- es que creadores de diferentes corrientes expongan su trabajo sin censura, trámite burocrático ni costo oneroso.
Para el teatrista de profesión y director de la Bienal de Cuenca, Diego Carrasco, la realidad de los grupos cuencanos de teatro es difícil, porque no tienen espacios para presentar sus obras de teatro ni para ensayar. Por ello, acuden a espacios alternativos como El Prohibido y El Barranco.
Para él, en los últimos cinco años el movimiento teatral creció en la urbe. Hay 15 grupos. Pero lamenta que sea difícil acceder a espacios como el auditorio del Banco Central, “que es idóneo, pero costoso”. En la capital azuaya teatros como el Cuenca y el 9 de Octubre cerraron sus puertas y otros necesitan ser readecuados como el Teatro Casa de la Cultura.
Los grupos Quinto Río, del actor Francisco Aguirre, e Hijos del Sur, de Jaime Garrido, son las agrupaciones que periódicamente se presentan en el Barranco, que está ubicado en el Centro Histórico de Cuenca.
Desde enero pasado, Hijos del Sur utiliza este espacio para ensayar sus obras y presentarlas. Según Jaime Garrido, este lugar está de acuerdo con las posibilidades económicas de la agrupación. Las entradas cuestan USD 5 y un porcentaje se destina al propietario del espacio.
Con ese criterio coincide el director del grupo Causaklapas, Eddy Castro, quien lleva 45 años en las artes. Él presentó el 27 de marzo la obra ‘Mercader de Venecia’, en el Teatro Sucre, administrado por el Municipio de Cuenca. Entonces, pagó USD 100 por presentación. “Es un espacio idóneo por el aspecto técnico”.
La mayoría de grupos no dispone de esa cantidad para alquilar el Teatro Sucre o el auditorio del Banco Central. Para el director del Festival Escenarios del Mundo, Juan Andrade, debe existir una política coherente en el manejo de espacios teatrales que favorezca la posibilidad de usarlos, apoyando la presentación de contenidos artísticos de calidad.
Además, señala que es importante entender que un teatro no solo es un edificio, sino un centro que promociona el arte. Otro espacio alternativo es la Sala Alfonso Carrasco Vintimilla, de la Casa de la Cultura del Azuay. Su encargado, Pedro López, señala que no tiene costo si el grupo no cobra la función y si lo hace, debe entregar el 30% de la taquilla a la entidad.
Según el subsecretario en el Austro del Ministerio de Cultura, Luis Sacoto, existe un proceso del traspaso del complejo del Museo Pumapungo que incluye el auditorio del Banco Central. Cuando eso se concrete se fijarán políticas de manejo para beneficiar a los teatristas y gestores culturales.