Existen dos clases de personas en el mundo: las que no saben lo que ocurre con sus vidas y las que fingen saberlo. Esas personalidades están retratadas en la obra El Montaplatos, original del inglés Harold Pinter (Premio Nobel de Literatura 2005) y puesta en escena en Guayaquil por el dramaturgo guayaquileño Jaime Tamariz.
Gus (José Burgos) y Ben (Alejandro Fajardo) son dos sicarios que esperan a su próxima víctima en una bodega estrecha y oscura. Gus es un revolucionario, un signo de interrogación andante, un ser inconforme que lo cuestiona todo.
Sus preguntas, dirigidas a Ben, resultan al mismo tiempo angustiantes y peligrosas: ¿Para quién trabajamos?, ¿quién es nuestro jefe?, ¿cuánto tiempo nos queda de vida?, ¿por qué hacemos esto?
Ben, en cambio, lo sabe todo. O, más bien, finge saberlo. En realidad desconoce mucho de su vida. Es un analfabeto que simula, frente a Gus, que lee el periódico. También es el líder de la misión; por ello, intenta mostrarse más fuerte que su compañero. Pero en el fondo también tiene miedo de que algo salga mal. Quiere huir.
Harold Pinter, quien escribió esta obra en 1957, fue practicante del existencialismo. Esta corriente, que se originó en el siglo XIX y continúo hasta mediados del XX, tiende a las reflexiones cargadas de angustia y se caracteriza por una búsqueda insaciable del sentido de la vida, de la libertad.
El temor que sienten estos dos asesinos a sueldo es humano: el miedo a la muerte. La puesta en escena de la obra contribuye a mantener este clima asfixiante. La bodega es estrecha. Los personajes parecen atrapados en ese interior subterráneo, ya no saben cuánto tiempo han estado ahí -pueden ser horas , días o años- ni cuánto más estarán.
Dan pasos intranquilos, como los del esposo que espera a que su esposa dé a luz.
La obra estará en escena hoy, mañana y el sábado a las 20:00 en la Sala Experimental del Teatro Centro de Arte, en el norte de Guayaquil.