Ernesto Suárez volvió (de Argentina) a Guayaquil. Volvió a sus alumnos. Volvió porque aún mantiene el vínculo con la ciudad, con su ‘Guayaquil Superstar’. Esta obra, emblemática del grupo El Juglar, se volvió un referente del teatro salido de las calles, de las entrañas del puerto. Un teatro al que denomina como de humor social…
¿Cómo era la escena teatral guayaquileña en los años 70, cuando formó El Juglar?
En general, en todo el país, era escasa. Acá en Guayaquil había un par de grupos, estaba ‘Pipo’ Martínez Queirolo luchando por el teatro, haciendo cosas.
¿Cómo llegó a la ciudad?
En realidad vine por 15 días. Vine en 1977. Había salido de Argentina en el 76, después del golpe de Estado. Estuve en Perú un año, luego en Quito y de ahí vine acá a dictar un curso que la Municipalidad me había pedido. Dicté el curso y yo, que venía exiliado, triste, de repente me enganché con la ciudad y me quedé.
¿Se enamoró de Guayaquil? ¿Cómo fue la acogida que tuvo en la urbe?
Me enamoré. De la ciudad, de los actores y me quedé. Me llamó la atención la gente, lo desinhibidos que son. En mi curso se inscribieron 80 personas, una locura. Y se quedaron 15 que querían seguir y yo me tenía que ir. El curso se extendió a un mes y luego a dos meses. De nuevo dije que me tenía que ir. Pero me ofrecieron una casita, muy humilde, para mi mujer y mi hija. Me ofrecieron la comida y nunca me arrepentí.
¿Cómo fueron los inicios del grupo El Juglar?
Empezamos de a poco, con un taller en la Sociedad de Carpinteros. Luego quisimos tener un local propio. Les parecía una locura y a mí también. Salíamos en una camioneta de uno de los del grupo con un cartel y unos tarros haciendo ruido, decíamos que nos regalen un periódico o una botella vacía y algún día tendrán un teatro lleno. Y nos regalaban.
¿Por qué escogió para el grupo el nombre El Juglar?
Porque el juglar es un personaje que a mí me gusta. Había hecho muchas obras ambientadas en el medioevo. El juglar es un tipo transhumante, que contaba historias y yo era eso en ese momento. Propuse el nombre y quedó.
Si todavía hoy es complicado hacer teatro en Guayaquil, ¿cuál era la motivación del grupo en ese momento para seguir con esa idea?
La mística. Eso que todo grupo debe tener. El trabajo cooperativo. Todos nos dividíamos el trabajo en partes iguales. Yo ganaba igual que los actores. Había esas ganas de querer hacer algo. Y llegamos incluso a comprarnos un bus y viajamos por todo el país y América Latina.
¿Cómo se sostuvieron? ¿Cuál era la reacción del público de Guayaquil?
Respondió. La propuesta de las obras era algo que nunca se había hecho. Obras recogidas de temas de la calle. Y ese humor usábamos nosotros; hay gente que dice que es facilista, pero yo creo que no. Es un humor profundo.
Como el de ‘Guayaquil Superstar’…
Claro, contamos una historia dramática desde el humor, que es distinto. Es un humor social, como el del cine italiano de la década del 70. Es como Cantinflas o Chaplin. Historias de hambre, de la miseria, de la desesperación. Pero uno se ríe.
¿Es esa la intención del teatro que usted hace?
Quiero que la gente se ría y se ría, pero que luego se produzca un distanciamiento; que la gente sienta una ruptura entre la representación y el mensaje. El que diga que eso es facilista es porque no ha visto teatro.
¿Cómo describiría usted a un humor facilista?
Un humor que use malas palabras o groseras. También se puede hacer un teatro serio que no lo entiende nadie y rajar para los festivales internacionales. Pero yo no trabajo para los festivales, yo trabajo para la gente. Y la respeto. No uso golpes bajos de humor.
‘Guayaquil Superstar’ dentro de El Juglar es un punto de quiebre, ¿cómo fue naciendo la obra?
Empezó con Roosevelt Valencia y Enrique Ponce que hacían un sketch sobre una vecina que volvía, luego de un mes de estar en Estados Unidos, hablando como americana. Yo opiné que eso tenía una lectura superficial de algo más profundo. Y era que nosotros renunciábamos a nuestra raza, a lo que somos.
Una sátira a quienes rechazan su propia cultura…
Hay mucha gente que piensa que lo extranjero es lo mejor y lo nuestro es una mierda. Hay mucha gente así.
¿Cree que ‘Guayaquil Superstar’ es tan actual ahora como lo fue en su estreno?
Creo que sí. Si uno anda por el suburbio es lo mismo ‘no vayas por aquí’ o ‘no vayas por allá’. Yo pienso que algunas cosas están cambiando. En alguna medida se está recuperando el amor por lo nuestro. Más allá de los errores.
El humor lo emplea como una herramienta…
Cuando se burla del poderoso, sí. No cuando se burla del homosexual, del negro o el gordo.
HOJA DE VIDA
Ernesto Suárez
Su experiencia. Es director y creador del grupo El Juglar. Profesor de varias generaciones de actores.
Su punto de vista. Al contar nuestras historias desde el humor, aparece lo satírico. Pero los temas que tocamos, en sí, son terriblemente duros y crueles.