Dan ganas de pronunciar su nombre. Su sonoridad calza en alguien que supo manejar su cuerpo con una perfecta armonía. Eleonora Cassano, uno de los grandes nombres del ballet argentino y latinoamericano, se despide este fin de mes de los escenarios.
Si su nombre se asocia al de Julio Bocca, retirado desde el 2007, y con quien hizo ‘El Quijote’, entre varias otras obras, queda un vacío que es difícil de llenar. Por eso, su despedida será con ‘La Bayadera’, del compositor vienés Ludwig Minkus (1826-1917), nada menos que con tres funciones en el mítico coliseo Luna Park.
Sorprende, a primera vista, que una obra de danza pueda llevar a tanta gente. El Luna Park tiene capacidad para 9 000 personas. ¿Podrá una obra de ballet llevar tanta gente? Los organizadores confían en que sí y se amparan en una razón: tanto Bocca como Cassano son “los responsables” de popularizar la danza.
Bocca, es cierto, gozaba de una mayor popularidad. En su despedida logró congregar a 300 000 personas en la avenida 9 de Julio, al pie del obelisco, pero no es un dato menor que puedan verla 27 000 en un espectáculo pago.
“Ellos iban a bailar en parques, en estadios. Fueron los primeros en hacerlo. Nadie lo hacía. Y los dos motivaron para que muchos jóvenes siguieran su camino”, dice su ‘partenaire’ de La Bayadera, Luis Ortigoza.
A Cassano, pese a sus esfuerzos para impedirlo, le brotan las lágrimas. Llegó el momento del final y se sustenta en una frase con tintes futboleros: “No quiero que la danza me abandone antes de que la abandone yo”. Pero luego la profundiza: “No pasa por la edad ni por lo físico. Cerrar mi carrera con la danza clásica y retirarme estando bien, con todas la letras, es una cuestión de dignidad”.
De 47 años y más de 30 años de carrera, Cassano se quiebra al pronunciar el nombre de Lino Patalano. “A vos te debo mi carrera”, le dice. Patalano es un nombre consagrado en las artes escénicas de Buenos Aires. Dueño del famoso teatro Maipo, socio de Bocca, representante de Les Luthiers, Facundo Cabral y, obviamente, de Cassano, se emociona: “Lo recibo con mucha emoción. Está bueno escucharlo delante de tanta gente, pero es algo que me lo hizo sentir diariamente”, dice, pero piensa que “lo grave es que queda un vacío en el mundo”.
“A pesar de que hay muy buenos bailarines, no hay alguien que sobresalga no solo bailando sino también por personalidad. Eso hace que queden vacíos. Yo me siento artífice de haber cubierto algún vacío, pero ya debería venir alguien más joven para hacerlo”, añade Patalano.
“No soy quién para designar si hay sucesora”, dice Cassano. Reconoce que el ballet se ha popularizado, pero que tuvo “que ser reconocida fuera del país para que luego me den el visto bueno acá. Además, uno de los problemas es que no tenemos lugares suficientes para que puedan bailar todos. No existe la cantidad de funciones necesarias y las compañías de ballet no están en las condiciones que deberían estar”. En el balance final, Cassano deja el ballet clásico con la alegría de haberse divertido haciendo El Quijote, pero con la cuenta pendiente de jamás haber hecho ‘L’historie de Manón’ (música de Jules Massenet).