Cuando las opciones mengüen, cuando los medios –por cualquier motivo– no puedan ser los receptáculos y reproductores de los acontecimientos sociales más polémicos e importantes de la sociedad, el documental seguirá estando ahí para cumplir ese papel.
Los recientes trabajos de Carlos Andrés Vera (el drama de un posible etnocidio en la Amazonía), Juliana Khalifé (la lucha de dos madres por darle sus apellidos a su hija) o Pocho Álvarez (la batalla contra la explotación minera en Íntag) lo confirman.
La historia del documental en Ecuador tiene sus orígenes en los albores del siglo XX.
Trabajos como ‘La procesión del corpus en Guayaquil’ (1906), ‘La recepción al señor Víctor Eastman Cox’ (1911) o ‘De Italia al Ecuador (1925), ‘Los Invencibles Shuaras del Alto Amazonas’ (1926) fueron las primeras cintas en retratar la historia del Ecuador. Desde entonces, el cine documental ha tenido un papel protagónico como testimonio audiovisual de la realidad nacional.
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Con la llegada del siglo XXI, la manejabilidad de los equipos, y el bajo costo en las producciones, el documental ecuatoriano comenzó a vivir una nueva etapa de florecimiento.
El aparecimiento de festivales dedicados exclusivamente a este género (Encuentros del Otro Cine) son el reflejo de la importancia que ha adquirido este género en la población ecuatoriana; muchas veces estas producciones constituyen espacios donde la corrección política no tiene cabida (vale revisar cintas como ‘La muerte de Jaime Roldós’ o ‘La importancia de llamarse Satya Bicknell Rothon’ para comprobarlo).
Para analizar cómo el documental consiste en un espacio de debate y denuncia, este martes 13 de mayo Carlos Andrés Vera (director de ‘Taromenane’) y participará en la Tuitcam Cultural de EL COMERCIO.
El programa se transmitirá en directo a las 10:30 a través de www.elcomercio.com. Sus preguntas y comentarios los pueden enviar a través de la cuenta de Twitter @seccioncultura o al correo cultura@elcomercio.com