En medio de recuerdos y obras que homenajean al artista desde los bordes mismos del arte, este viernes se cumplirán diez años de la muerte del pintor chileno Roberto Matta.
“Quiero traducir sus cuadros surrealistas a pinturas para ciegos”, declaró en esa vorágine la escultora chilena Maricel Gómez de la Errechea, quien ya realizó esa intervención con grabados figurativos.
En Nueva York, la casa Sotheby’s subastó esta semana su cuadro “Nada” por 1,8 millones de dólares durante una venta de arte latinoamericano. Matta, nacido el 11 de noviembre de 1911, vivió la mayor parte de su vida en la ciudad italiana de Civitavecchia, donde interactuó con intelectuales como Le Corbusier, Salvador Dalí y André Breton.
Arquitecto de profesión, sus trabajos iniciales en este campo buscaron unir la forma del cuerpo humano con planos arquitectónicos, proyectando espaldas, pies o cabezas en salones, comedores o baños. Sus primeras pinturas, siempre conceptuales, comenzaron a germinar en 1938, cuando asume con propiedad la técnica del óleo, usando patrones difusos de luz y gruesas líneas encima de un fondo común.
Su producción artística, que le valió el premio Príncipe de Asturias en 1992, también abarcó el vídeo, la fotografía e incluso la computación. La amplitud de su trabajo, a través del cual siempre intentó plasmar ideas, facilitó además la existencia de un número desbordante de obras plagiadas.
“En Chile hay un problema muy grande con los falsos Matta, son bandidos los que hacen eso”, dijo al respecto su hijo, el también artista Ramuntcho Matta. Militante de la izquierda, tuvo un arraigado sentimiento anti militar, lo que le valió la enemistad con la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990).
Los militares incluso embadurnaron con pintura roja un mural suyo erigido en la villa miseria de La Granja al sur de Santiago, llamado “El primer gol del pueblo chileno”.
La obra, pintada en conjunto con obreros y miembros de la Brigada Ramona Parra del Partido Comunista, fue recuperada décadas después y levantado en torno a ella un museo.
Su trabajo agregó nuevas dimensiones a la pintura contemporánea, pese a su ruptura con el movimiento surrealista en 1947, quiebre del que sería redimido por los surrealistas una década después.
En su vida personal, el caos de sus obras también lo persiguió. Tuvo cinco esposas y seis hijas. Su último matrimonio fue en 1968 con Germana Ferrari, con quien vivió hasta la muerte. De esta relación nació Alissé en 1970.
Algunas de sus obras más famosas, siempre conceptuales, fueron “Pista fabulosa de la muerte” (1941), “El vértigo de Eros” (1944), “Allende de la muerte a la vida” (1973) y “Verbo América” (1996).