Eduardo Varas no escribe en perfecta soledad, lo hace acompañado de canciones (incluso de ruido, dice). Por ello es que ‘Los descosidos’, su primera novela está llena de música, tanto en la narración, como en el proceso mismo de creación.
Las referencias a temas, a discos, a artistas (principalmente en la onda rock punk) se esparcen por las páginas y componen la figura de Julio, el protagonista, de su vida y de sus relaciones con las mujeres. Lo sonoro era primordial para Varas: “No concibo el silencio, la música es importante porque representa el exterior, lo que no es nadie, lo que llena los agujeros de la existencia”.
Para complementar la presencia de la música, esta novela mantiene un ritmo. En la estructura del texto se alternan los acontecimientos con los diálogos internos, los sueños, los recuerdos, las proyecciones de Julio. Estos se constituyen en viajes que el personaje hace hacia sus adentros.
Pero el viaje no solo se manifiesta así, sino que se evidencia en el transitar del protagonista por calles y pueblos del país. Julio vive la decadencia de su joven matrimonio y sale a caminar; mientras piensa en una inalcanzable Emma, se encuentra con una nueva mujer, Penny Lane, y por unos días su vida es una aventura. El mismo autor es un caminante en las ciudades, por Quito y Guayaquil, entre las que divide su vida.
Más que una relación con las ‘road movie’, el autor considera que el viaje siempre se presta para dar al personaje la posibilidad del cambio, aunque Julio, más que transformarse, llega a la concreción, se reafirma en su decadencia; es decir, que no busca un final feliz, que huye del confort. “Estamos condenados al fracaso y al dolor mientras no sepamos quiénes somos”, señala Varas.
En la búsqueda de mayores posibilidades para su vida, Julio dialoga con un especialista. Este responde a la psicología alternativa, pues el autor y el ‘yo’ narrador desconfían del psicoanálisis, como terapia. Sin embargo ambos utilizan el discurso, la palabra para desfogar sus represiones y sus fabulaciones, entre ellas las más básicas: las sexuales.
En una de las páginas de ‘Los descosidos’, el lector encontrará: “La humanidad está condenada desde el inicio por el vicio del habla. La vida es añicos porque nos debemos al lenguaje”. Varas comprende el alcance de la frase y cree en ella, pues se refiere a que no se tiene en cuenta las consecuencias y la arbitrariedad de lo que decimos.
“La relación que Julio tiene con la palabra, es la misma que tiene con el mundo: una relación de amor-odio, incompleta, que representa sus propias barreras”, dice el escritor.