María Luisa González habla sobre su trayectoria y de la libertad. El diálogo se transmite hoy, a las 19:00, por Platinum FM.
¿Por qué sintió esta afición por la danza?
Tenía 16 años y me enamoré de la danza. En esa época encontré en el folclor un nutriente; me influenció la figura de la vendedora de mote de La Magdalena, las tripas, los chochos. Ese entorno de barrio hizo de la danza, la vida.
¿Cómo era la preparación?
El hecho de uno involucrarse, el desarrollo de sus hábitos, la responsabilidad. La danza contemporánea tiene una forma de ver el mundo distinto del que da el ballet clásico y uno va entendiendo otras cosas, va formándose.
¿Cuánto juega el público?
Eso es lo lindo de la danza que se convierte en un espacio, en un hecho escénico simbólico en el que las lecturas son amplias. En la danza contemporánea decimos que a ratos ya no queremos solo que el espectador entienda, sino que se conmueva. Queremos una danza que mueva y conmueva.
¿Uno navega entre la racionalidad y la sensibilidad?
Sí y lo que queremos de esas dos cosas es transformarnos. Frente al mundo, con cosas que nos bombardean, yo digo la danza tiene que humanizarnos cada día.
¿Qué piensa de la libertad de expresión, de actuar, de pensar?
Yo soy una defensora de la libertad y eso me lo ha nutrido la famosa bailarina Isadora Duncan, que luchaba contra todo y rompió todos los esquemas por la libertad. En medio de toda esta trayectoria, nosotros como bailarines somos luchadores por la libertad.
Al amenazarse contra la libertad, ¿qué podría sentir?
Si yo sintiera que me imponen hablar solo tal cosa o decir tal cosa en mi lenguaje, yo sintiera que no estamos en un espacio abierto y democrático y sería la primera que luche contra eso.
¿Cómo fue la infancia?
La vida no ha sido fácil para mí, en la danza tampoco. Tuve mis pequeñas luchas. Tuve que luchar un poquito en mi entorno afectivo con mis papás.
¿Época de pensamiento político muy ligado a la actividad cultural?
Sí, descubrí y me emocionó mucho un pensamiento más liberal. Yo empecé a leer mucho, me gustaba la poesía, Pablo Neruda.
¿Quién era ‘La Torera’, que usted ha representado?
Nos metimos a estudiar a este personaje como un símbolo del amor a la ciudad, una mujer que vivió entre la locura y la cordura.
¿De qué se nutre el artista?
Yo creo que un artista tiene que recoger cosas porque si hablamos solo de un yo individual se limita. Hay que tener una libertad también. Yo digo nuestras militancias no tienen que ser tan dogmáticas.
¿Qué deja en sus 40 años de enseñanza?
Hay que hacer mucho todavía. Es una gran responsabilidad, todavía es difícil. Yo tengo un poquito de satisfacción de haber emprendido y abrir caminos.
¿Cuál es su legado?
Yo no sé. Hay que preguntar a los jóvenes bailarines. Sigo pensando que he dado muy poco, hay que dar más, que lo que uno hace sigue siendo poco.