Propiciar lecturas y diálogos. Comunicar una idea. O articular interpretaciones de los bienes culturales que forman parte de una muestra de arte visual. El trabajo del curador de arte es una alquimia cuyo fin es generar una experiencia más allá del gusto dentro del espectador.Ser curador de una exhibición tiene una parte de preparación académica, otra de gusto y una más de experiencia. Lupe Álvarez, Pily Estrada y Rodolfo Kronfle hablan de sus experiencias en este campo, de su rol dentro una muestra y su formación para poder llevar adelante esta práctica, que ellos consideran como nueva dentro del arte en el país.
La cubana Lupe Álvarez tiene 17 años como curadora. Estudió Historia del Arte y Filosofía en la Universidad de La Habana. La muestra más grande que ha tenido a su cargo fue ‘Umbrales del arte en el Ecuador’, que se inauguró en el 2004 y en la que trabajó por cuatro años.
Una experiencia agotadora, compleja, retadora, dice Álvarez. ‘Umbrales’ incluyó 600 bienes culturales, entre los que había caricaturas, pinturas, esculturas, mapas’ que pretendían explicar la historia visual del país. “El curador tiene una responsabilidad grande. Debe proponer una oferta que produzca conocimiento, que se hagan visibles las relaciones entre bienes culturales”.A veces los museos se acercan a un experto para la curaduría. Otras, la institución llama al artista y este pide un curador para su muestra. En otros casos, el mismo artista funge de curador.
El proceso de curar una muestra tiene varios pasos. Empieza con presentar un proyecto, formular un enunciado curatorial. En este se definen con claridad los propósitos y fundamentos para elaborar el discurso de la muestra, que debería generar en el público una experiencia intelectual y estética.
La curaduría –explica Pily Estrada– es poner un orden que puede tener varios ejes. “Es un diálogo entre varias obras para potenciar un discurso. Ver la exposición como un todo. La intención es que la gente vaya más allá de la obra como una unidad, que la perciba como un discurso”.En su opinión, una exposición sin este elemento curatorial es como visitar la casa de alguien y ver los cuadros de la sala. Para ella, su experiencia como curadora de la muestra de Eduardo Solá ‘Retratos: encuentros imposibles’ fue vital. Allí confrontó aspectos de la subjetividad del pintor, además de las concepciones de los retratos masculino y femenino.
Un curador puede salir de una formación académica heterodoxa. Desde historia del arte, sociología o antropología, hasta arquitectura o psicología. Estudios curatoriales especializados se dan como posgrados, por ejemplo en el Bart College, en Estados Unidos.
Sin embargo, para Rodolfo Kronfle, más que los títulos es en la práctica donde se demuestra el “talante de buen curador”. Estudió Historia del Arte, y su primer trabajo lo realizó para la exposición ‘Los desastres de la guerra’, de Goya, para la Fundación Centro Cívico de Guayaquil.
“Esta profesión es sumamente exigente. Se requiere estar en sintonía no solo con la creación artística del momento, sino con las líneas dominantes del pensamiento crítico y filosófico”.En el país hay entre 15 y 20 personas dedicadas a la curaduría de arte de forma regular. Kronfle considera que ya se puede hablar de una profesionalización de esta actividad, pero como parte negativa estima que aún hay instituciones públicas que se rehúsan a emplear a estos especialistas e insisten en la ligereza e improvisación en sus exposiciones.
El estilo de trabajo varía de curador en curador. Hay quienes hablan con los artistas para que haya una colaboración entre ellos. Una buena curaduría puede potenciar el valor de una obra, mientras que una mala atenta contra ella, consideran los expertos.
Tener un conocimiento de la cultura visual del momento, y la relación entre la política, la antropología, la etnografía y la temporalidad es básico para una curaduría sólida. Hay curadores como Álvarez que prefieren máximo 15 obras por muestra. Ella es de las que se mezcla entre los espectadores para escuchar opiniones.