Ahora las muñecas cuentan con su propio cementerio. En el Centro Cultural Prohibido de Cuenca, ubicado en el barrio El Vado, en el Centro Histórico de la urbe, una rejilla de hierro sirve de entrada al camposanto de los juguetes.
Aquella cripta no tiene más de dos metros de profundidad y contiene 15 bóvedas. Otra similar está en la entrada de este espacio cultural. Hace tres meses nació el proyecto, impulsado por el artista independiente Eduardo Moscoso y el arquitecto y gestor cultural Manolo Salgado. Ellos plantean que los cuencanos donen muñecas que pertenecían a su infancia y que incluyan una historia en la que relaten un hecho de su niñez o algo que haya marcado sus vidas.
En este cementerio (de tonalidad blanca y que tiene una suerte de montículo de tierra) sobresalen las muñecas que ya han sido donadas, de forma anónima. Unas no tienen sus extremidades, como piernas y brazos, y otras están totalmente vetustas.
También hay otras muñecas que están más nuevas y que tienen accesorios como manillas. Cada una de estas tiene un texto en alguna parte de su cuerpo. Para Salgado, administrador del cementerio de muñecas, lo esencial de este proyecto es lo que los dueños de estos juguetes cuenten sus historias de vida, porque el objetivo es hacer un guión y posteriormente realizar una obra de teatro.
El gestor cultural busca que este guión sea creado a través de historias reales, situaciones que en algún momento fueron traumáticas o de felicidad para los dueños de las muñecas.
Salgado, a diferencia del dramaturgo, novelista, Alejandro Jodorowsky, quien utiliza su terapia denominada psicomagia para sanar algún dolor, busca que a través de estos juguetes, sus dueños compartan su vida y, en lenguaje teatral, transmitir lo que ocurre con un grupo de seres humanos.
La segunda cripta del Centro Cultural Prohibido todavía luce vacía sin muñecas.
Entre las cuencanas que donó una muñeca está Dennis F., de 15 años de edad. Su muñeca se llama Lolita y fue un obsequio de su abuelita. Es la más grande del nicho.
Dennis tenía está muñeca desde sus 5 años y recuerda que la bañaba junto con sus madre. Cuando dejó de utilizarla pensó ponerle su último traje: un terno de dormir.
Para Moscoso, a través del cementerio de muñecas se busca terminar con aquellos miedos que en algún momento sintieron los dueños de los juguetes. Sea un temor de alguna persona, hecho vivido o juguete.
También, el objetivo del proyecto es que con estas dos criptas, en una suerte de símbolo, se revalorice el tema de la vida, al realizar una reflexión entre la muerte y la vida.
Por ello, Moscoso ha dividido el cementerio de muñecas en tres niveles: lo terrenal, lo celestial y el inframundo. Las esferas están estructuradas bajo un concepto cultural y un análisis psicológico.
Lo terrenal está en el área donde funciona El Prohibido. Allí existe una serie de lápidas que fueron donadas por amigos o familiares y también hay nichos con objetos regalados. El otro nivel, lo celestial, está en la parte alta de este centro. Lo inframundo es la cripta. En el Ecuador este sería el primer cementerio de este tipo.
Experiencias similares donde existe un lugar dedicado exclusivamente a estas figuras es la Isla de las Muñecas, localizada en Xochimilco (suroeste de México). Allí hay una serie de muñecas, colocadas como símbolo de protección del espíritu de una joven que habría fallecido ahogada cerca de Chinampa. De acuerdo con datos históricos, Julián Santana Barrera, uno de los habitantes de la isla mexicana, decidió colocar las muñecas para no ser víctima del espíritu de la chica.
Los interesados en conocer el cementerio de muñecas pueden visitarlo de lunes a domingo. La entrada a este espacio cuesta USD 1.
En contexto. Hasta el 28 de febrero, el Centro Cultural Prohibido recogió las muñecas de los cuencanos. Los donantes ofrecieron sus objetos acompañados de un texto breve. Una pieza teatral será montada en el escenario del lugar, mientras que las muñecas podrán ser visitadas.