Cuba presenció el talento de La Banda Mocha del Chalguayaco

La banda mocha de Chalguayacu existe desde hace 100 años en el Valle del Chota, provincia de Imbabura. Archivo particular de bryan Andrade

La banda mocha de Chalguayacu existe desde hace 100 años en el Valle del Chota, provincia de Imbabura. Archivo particular de bryan Andrade

La maestría que tienen los artistas del Valle del Chota, en Imbabura, para arrancar música soplando las hojas verdes de naranjo, las cornetas de cabuya o el puro, como se denomina a las calabazas secas, también estuvo presente en la Feria Internacional del Libro de Cuba.

Hasta La Habana viajaron seis de los 12 músicos que integran la Banda Mocha de Chalguayaco -Pimampiro-, como cuenta Isidro Minda, uno de los intérpretes de esta agrupación que tiene un siglo de vida.

Abdón Vásquez, de 70 años, como la mayoría de los integrantes, se enamoró de la música cuando era niño. Le parecía mágica la forma en que los integrantes de la Banda Mocha del Chalguyaco ponían a bailar a la gente en las fiestas. Ellos alegraban las celebraciones en las comunas afro de la Sierra norte antes de que llegue la electricidad y la radio, rememora Vásquez.

Hoy, él es presidente del conjunto musical, el más antiguo de las tres bandas mochas que aún sobreviven en las comarcas afros de Imbabura y Carchi. El mayor del conjunto es Arsenio Carabalí, de 80 años, quien tiene a su cargo un puro. Con energía sopla por un orificio de la calabaza seca y produce un sonido parecido al del trombón. En cambio, Pascual Minda es el menor. Tiene 40 y toca el güiro: una calabaza alargada con ranuras. Con la ayuda de un peine o un tenedor, Minda produce un eco largo y armonioso.

El nombre de banda mocha se desprende de los instrumentos que se adquieren en la naturaleza, como las hojas de los pencos, a las que se les corta la punta para transformarlas en una suerte de clarinetes, así lo explica Carlos Andrade, promotor cultural de la Fundación Piel Negra.

También señala que este tipo de grupos alternan los platillos y los bombos de metal, con los bajos de calabaza, cornetas de cabuya y, hasta, las mandíbulas de los burros, que se utilizan como maracas. Los músicos sacuden con fuerza este curioso instrumento que suena cuando los grandes dientes sueltos chocan con el hueso.

La mayoría de instrumentos son elaborados por estos artistas populares, que además utilizan troncos huecos y la piel seca de chivo para sus tambores.

Con ellos interpretan: sanjuanitos, albazos, pasillos, bombas… Los temas: Mi lindo Carpuela, Mi Carmelita y El puente de El Juncal son los preferidos de Abdón Vásquez.

"Antes éramos 13 músicos. Pero ahora cuando muere un integrante ya no lo reemplazan sus descendientes, como sucedía en el pasado", se lamenta el artista. Es por eso que, por ejemplo, que cuando falleció Luis Pavón, ex director del grupo, la flauta traversa no volvió a sonar más. Pero dejó huella. Sus hijas: Margarita Rosa Elena, de 75 años, María Magdalena, de 71, y Gloria Piedad, de 68, conocidas como Las Tres Marías siguen cantando en su grupo vocal.

Iven Santos, presidente de la comunidad de Chalguayaco, teme que la tradición musical de los afros de Imbabura y Carchi se pierda, por el poco interés de los jóvenes. Según Andrade, antes había, al menos, una de estas agrupaciones musicales en la mayoría de las 33 comunidades afro de la sierra norte. Hoy sobreviven también las bandas mochas San Martín de Porres y La Victoria. 

Ninguno de estos prodigios estudió música. La mayoría se ha formado por voluntad propia para alegrar a sus vecinos, imitando los ritmos de las denominadas bandas de pueblo o militares, que usan instrumentos metálicos.

La Banda Mocha de Chalguayaco ha paseado su arte por Ecuador y Colombia. Las citas más importantes fueron los festivales de música de Esmeraldas, en Ecuador, y el Carnaval de Blancos y Negros en Pasto, Colombia.

Sin embargo, esta vez alegraron con sus ritmos a Cuba. Ellos fueron parte de la delegación de Ecuador, invitada de honor a la Feria del Libro de La Habana, que dura hasta el 23.

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