Entrevista del día de Álvaro Alemán, catedrático de la Universidad de San Francisco de Quito.
¿Cómo entender la corrección política?
Su uso crítico se desprende de las guerras de la cultura (EE.UU., en los 90), un enfrentamiento entre sectores conservadores, literales y religiosos frente a otros escépticos. Resultado de ello, se disemina la corrección política: una política que sirve como correctivo para errores históricos y que dice que las minorías étnicas, las mujeres, los pobres merecen mecanismos de compensación. Esto también se reflejó en los currículos de las materias, de pronto Shakespeare o Cervantes tienen menos horas clase, pues ahora hay un ciclo de literatura lesbiana. A nombre de la democracia, los académicos se toman atribuciones que no les corresponden.
La iglesia rusa propone revisar ‘Cien años de soledad’ y ‘Lolita’ por, supuestamente, justificar la pederastia, ¿la corrección política surge desde la institucionalidad?
La corrección política es una acusación en una lucha por la hegemonía cultural. En el Ecuador, Montalvo no aparece en el canon de la literatura nacional hasta después de la Revolución Liberal. Entonces la corrección política es una herramienta ideológica, que se convierte en acusación de censura a nombre de los valores dominantes de la sociedad; pero puede adquirir un valor positivo al examinar los prejuicios ajenos y propios por parte de quienes detentan el poder político. Aquí, el Ministerio de Cultura tiene una política (inclusiva, diversa, heterogénea) que dice qué es lo adecuado, pero que se convierte en una suerte de dogma. Esa es la consecuencia de la corrección política: convierte ideas que pueden tener valor en sí mismas, en dogmas. No hay crítica cuando tienes que respetar un programa.
Por el caso de ‘Huckleberry Finn’, (que busca cambiar la palabra ‘nigger’ por ‘slave’) y según pondera la corrección política…¿cambiar términos es cambiar mentes?
Se relaciona a una tesis que dice que los límites del pensamiento se corresponden a los límites del lenguaje, que el lenguaje designa la realidad. Por ejemplo, la utilización del género en la lengua (“los niños y las niñas”) o evitar el nosotros cuando hay mujeres y usar términos inclusivos. Este tipo de decisiones implica un monstruoso y gigantesco paternalismo cultural por parte de las entidades reguladoras, que dicen: “yo pienso por ustedes, yo decido lo que es más conveniente”.
Con la revisión de textos y otros casos afines ¿puede decirse que la sociedad va a un fundamentalismo cultural?
Sí. La corrección política se vincula al esfuerzo de legislar culturalmente por decreto. Muchas de sus exigencias se relacionan con la llegada al poder de la militancia política de los 60, 70 y 80. Pero existe peligro cuando un pensamiento emergente, radical, revolucionario accede al poder: sus argumentos coagulan y se tornan totalitarios, dogmáticos e impiden el libre fluir del pensamiento. Ponen una barrera: no te metas con las mujeres, los negros, los indios…Cuando deberías meterte con todos bajo el riesgo de errar. La corrección política declara ciertas zonas fuera del límite.
¿Lo políticamente incorrecto es la forma de seguir avanzando en el arte?
Sí. El término está cargado de un moralismo, que es difícil defender, pues estoy en contra del dogmatismo en el pensamiento y en la emisión de políticas públicas. Me parece que las personas deben reflexionar por cuenta propia sin que nadie (por decirlo en quiteño) les ‘dé pensando’. La corrección política evita tratar la complejidad de los procesos y de la relatividad de las figuras históricas; algo de lo que cada ciudadano democráticamente debería tener opinión. Hay un estatismo en el aparato cultural que quiere imponer un criterio; cuando su labor sería poner reflexiones al servicio del otro, no imponer…
¿POR QUÉ ESTÁ AQUÍ?
Su experiencia. Tiene estudios en Cultura, Letras, Filosofía.Catedrático
Su punto de vista. Política y cultura son asuntos grises, no hay claridad en ellos; todo depende de quién habla, de quién designa. No existe el valor puro.