En el filme de María Cristina Carrillo, ‘La Churona’, una replica de la Virgen de El Cisne cumple un trayecto hasta España; como un migrante más, cruza mares y controles aduaneros, pasa por templos, casas y bares. Más que un mero reflejo del fenómeno migratorio, la cinta toca ciertos procesos culturales y sociales, pues trabaja sobre la identidad desde la religiosidad.
Con recursos de animación, imágenes televisivas y un manejo de cámara vivencial, la cinta se arma desde la contextualización sobre la historia y el culto a la Virgen del Cisne, para luego relacionar la fe con la migración y hacer el viaje hasta España.
Si bien la migración es el conflicto que subyace en el documental, el filme plantea otros cuestionamientos. Entre ellos: la mercantilización de la fe, el uso de la iconografía popular por parte de distintos poderes, o la relación entre la religiosidad popular y la religión institucional (la Iglesia y sus parámetros).
De este último conflicto surgen los dos sujetos que llevan el hilo en el desarrollo del documental, dos cabezas de una única devoción. Por un lado está Carmen Ballagán, la migrante ecuatoriana, que llevando su patria en maletas transportó una réplica de la Virgen del Cisne a Madrid. Por otro los curas de la iglesia de San Lorenzo, en la multicultural zona de Lavapiés, que, después de asilar a ‘La Churona’, comprenden la magnitud de la devoción.
Los miles de feligreses y sus limosnas son objeto anhelado de ambas cabezas que tras un pleito por el destino de las dádivas se dividen. El sacerdote encarga la traída de otra réplica de la Virgen y, así, se da inicio a un culto partido por dos benditas imágenes.
Tal pareciera que la bipolar identidad ecuatoriana se representa también en cuestiones de fe. Una religiosidad que se expresa, año a año, a través de misas, procesiones y fiestas.
Si bien se cuestiona el peso colonial sobre las prácticas culturales del país, el documental también propone una mirada a la aculturación de los migrantes y los tejidos que se hacen con manifestaciones no andinas. Por ejemplo, en el tercer año de celebración a la Virgen, Ballagán quiere mostrar la cultura ecuatoriana, y si la música ‘chichera’ ya estuvo en las fiestas anteriores, en esta ocasión la mayor manifestación cultural será un concurso de belleza: Miss Ecuador, capítulo España, es coronada mientras suenan las gloriosas notas de ‘We Are The Champions’, en la voz de Freddy Mercury. Eso, cuando acá se anda buscando una ‘nueva identidad contemporánea ecuatoriana’.
La cámara es testigo de las manifestaciones y desde ese lugar neutro y una intención objetiva, la voz de la realizadora interviene en pocas ocasiones para interpelar a los sujetos de la cinta. Carrillo conduce el discurso audiovisual y ordena los testimonios de los sujetos para sustentar su tesis. Entre las disputas de poder (los sacerdotes de San Lorenzo buscaban feligreses y Ballagán fue candidata a asambleísta por los migrantes) y los fanatismos, está la nostalgia del que sale fuera del país: la despedida, la lágrima y el aeropuerto, la búsqueda de algo o alguien en quien creer…