Cerrar los ojos y dejar que lo que pasó sobre el escenario invada la mente del espectador luego de haberlo presenciado. Estas son las ‘instrucciones’ que da José Salazar, director del Instituto Confucio de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), para, desde los esquemas de la cultura Occidental, entender lo que ocurre cuando una agrupación china (sea de danza, teatro o música) hace su aparición en un teatro.
Para Salazar, a diferencia de lo que sucede en este lado del planeta, en China las artes escénicas son comprendidas de otra manera. No son presentaciones solo de teatro o de ópera, pues “en el pensamiento chino no existe diferenciación de esferas de uno y otro ámbito”. Es así que él señala que en un concierto de música tradicional del país asiático, la teatralidad se puede encontrar en la manera en la que los músicos se visten o en cómo se presentan al público. Para dar fe de las palabras de Salazar, en esta última semana ha bastado ir al Teatro Nacional Sucre. Hasta el martes pasado, sobre sus tablas dos agrupaciones chinas han presentado obras de danza y música pensadas desde la orientalidad, en el marco del Festimundo, que se extiende hasta el 27 de octubre en el teatro capitalino. La cita artística muestra piezas escénicas de China, Francia, Chile y Ecuador.
La primera agrupación que estuvo en escena fue la Beijing Dance Theather. Esta presentó Prisma, una pieza dancística que cuenta con tres coreografías: Luminosidad, Mapa de Tí (y de Mí) y Travesías. Al ver su presentación en Quito, lo que explica Salazar se convierte en algo tangible. En las artes escénicas chinas nada es aislado. Si bien los movimientos de los bailarines de la Beijing Dance Theather se acogen a lo que la danza contemporánea expone, al mismo tiempo “son una especie de poesía corpórea que se escribe sobre un papel de fondo negro”, como explica el coreógrafo Alexander Philips, quien el viernes asistió a la presentación de esta compañía.
Entonces, ¿cómo entender a las artes de ese país si todas confluyen como un mismo cauce? Esta es una de las preguntas que salen a colación al momento de que Salazar da las claves para entender lo que los chinos presentan sobre las tablas. Y la primera respuesta del experto es la “historia”.
A su criterio, una de las pautas para entender a China sobre el escenario es conocer los relatos históricos que el grupo presenta.
“Los chinos son muy apegados a sus tradiciones. Esto se traslada hacia la ópera, la música o el teatro que hacen. Nunca se va a poder entender una de sus obras si no se conoce el contexto que intenta narrar”, dice Salazar.
Un segundo punto es el manejo del color. En el desarrollo de las historias, los negros, blancos, rojos, azules, amarillos … no solo dan luminosidad al escenario, atuendo o rostro del intérprete; estos permiten ampliar el contexto de un acto. Es por eso que para referirse a ellos se utiliza el vocablo “Yan Se”, cuyo significado actual es color a secas, pero que en la historia milenaria hacía referencia al color pero como expresión facial, como algo visible sobre una situación personal.
La tercera clave para entender a China sobre las tablas es la observación, según Salazar. Sobre este punto, el catedrático dice que no existe el azar en las obras chinas. “Hasta el movimiento más mínimo no se escapa de un contexto bastante pensado”, subraya.
Por último está la paciencia. A su criterio, la cultura china está atravesada por un sinfín de sonidos. Dice que el silencio mismo es uno de ellos. Así, en el caso de la música y ópera china, es necesario que el espectador no se angustie por no lograr escuchar algo, pues en algún momento de la presentación la armonía toma con fuerza su cauce, “y es ahí cuando la sonoridad china empieza a hacer vibrar al oyente”.
Con estas claves, Salazar asegura que se logra entender a a la milenaria China en los escenarios.