“Mari mari pu lamngen… Mari mari kom pu che”. “Tus diez y mis diez mirándonos a los ojos”, sería la traducción más próxima de este saludo en mapudungún, la lengua que habla Elisa Loncón, y que pronunció el 4 de julio pasado cuando dio por inaugurada la Convención Constituyente. Esta profesora universitaria,nacida en la comunidad indígena de Lefweluan, al sur del país, ingresó a la Convención Constituyente a través de uno de los 17 escaños reservados para los 10 pueblos originarios en territorio chileno.
La posición de Loncón es un símbolo de los nuevos tiempos que corren en Chile desde la revuelta social de octubre de 2019. Hasta hace no tantos años, numerosas personas de apellido mapuche preferían ocultar su origen -y su lengua- por miedo a ser discriminadas en un país acostumbrado a las élites blancas y al ideal europeo. “Somos los ingleses de Sudamérica”, reza un dicho que es parte del imaginario colectivo del país.
El triunfo de la izquierda para la Convención fue aplastante: antes de la elección de constituyentes, la derecha apostaba a lograr un tercio de asambleístas, porcentaje que le permitiría vetar o negociar cualquier reforma al modelo. Sin embargo, no llegó ni al 25%.
La Convención está dominada, en cambio, por bloques de izquierda como el Frente Amplio, sus aliados del Partido Comunista, y también por independientes como No Neutrales y la Lista del Pueblo, esta última surgida luego de las protestas y en que predominan las reivindicaciones de grupos históricamente marginados, como mujeres o diversidades sexuales.
La otrora poderosa ex Concertación tuvo aún menos representantes que la derecha, al punto de que hoy se denominan como una “bancada boutique” dentro de la Convención, que aún no logra debatir temas constitucionales a un mes de inaugurada. Recién el jueves pasado se pudo conformar comisiones provisorias para ir pensando en su reglamento.
“Si ven la Convención desde la tradición de los partidos políticos, claro que no vamos a encontrar lógica. Nosotros tenemos que instalar la voz de todos los sectores”, se justificó Loncón ante Radio Universo.
En este clima político del nuevo Chile, se busca presidente. Y hubo demasiadas sorpresas. Hace un mes todo hacía pensar que el candidato presidencial más seguro de las fuerzas de izquierda sería el comunista Daniel Jadue. Lideraba las encuestas. También lo era el sempiterno candidato derechista Joaquín Lavín. Pero en sus respectivas primarias, ambos perdieron estrepitosamente.
Jadue es el impulsor de las farmacias populares. Las instauró en Recoleta, de la que es alcalde, y las ‘exportó’ al resto del país, dejando en evidencia el escandaloso negocio de las farmacéuticas que dominan el mercado. Sin embargo, no supo disipar las dudas que generaban algunos puntos de su programa y cometió una serie de errores comunicacionales que -inesperadamente- acabaron por darle el triunfo a su joven contendor, Gabriel Boric.
Este último, político del Frente Amplio y con 35 años, surgió de las movilizaciones estudiantiles de 2011. Y si bien su figura se asociaba a posturas radicales, en el estallido del 2019 su carrera política dio un giro: el 15 de noviembre de 2019, con el país convulsionado y el gobierno de Sebastián Piñera pendiendo de un hilo, el diputado Boric fue uno de los que firmó el “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución”, que apaciguó los ánimos y propició la Constituyente.Esa firma le costó el repudio del radicalismo de izquierda, que aún no lo perdona del todo por considerar que ese acuerdo le salvó la cabeza a Piñera.
En su campaña, Boric se mostró conciliador y dialogante. “La responsabilidad de cambiar Chile es colectiva (…) Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”, dijo la noche del 18 de julio, luego de dar el batacazo al vencer a Jadue con el 60,4% y dejar al PC como actor secundario del pacto. Pero para pensar en La Moneda deberá crecer; y sus guiños, y los del Frente Amplio, han ido más hacia el centro que hacia las posiciones más radicales de izquierda.
La primaria derechista fue tan sorpresiva como la de la izquierda. Sebastián Sichel, quien ni siquiera milita en algún partido de derecha, tuvo el 49% para derrotar a Lavín.
Sichel, de 43 años, exministro y expresidente del Banco del Estado con Piñera. En círculos de poder se dice que él siempre ha sido la apuesta de Piñera y parte del empresariado.
Su trayectoria ha sido zigzagueante: en tiempos de la Concertación fue demócratacristiano e incluso compitió en elecciones parlamentarias por ese partido. Luego renunció para irse a Ciudadanos, tienda fundada por un exministro de Michelle Bachelet. “¿El hombre más malo del mundo? Augusto Pinochet”, dijo alguna vez en una entrevista que volvió a salir a la luz ahora que es el abanderado de la derecha.
Que la derecha haya votado por Sichel lo explica también la aparición de una figura del ala más izquierdista de la Democracia Cristiana: la presidenta del Senado, Yasna Provoste Campillai, una mujer con carisma; y que, además, es descendiente de diaguita. En marzo, irrumpió con fuerza al mediar para que Piñera aumentara los beneficios sociales ante la emergencia por la pandemia de covid-19.
A partir de entonces, la ex ministra de Educación de Michelle Bachelet comenzó a aparecer con fuerza en las encuestas. La derecha temió que su irrupción pudiera dejarlos fuera del balotaje y que la presidencia se la disputaran ella y la izquierda. Por eso Sichel asoma como un nombre estratégico porque supuestamente es capaz de disputar los votos del centro.
Provoste aún no es candidata. El 21 de agosto, deberá enfrentar la primaria del bloque Unidad Constituyente, que agrupa a los partidos de la ex Concertación, en un Chile que sigue convulso y busca su destino en un clima político fértil para las sorpresas.