Carmen Mola no es una mujer. Es el seudónimo que inventaron los guionistas españoles Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero para publicar las novelas ‘La novia gitana’, ‘La red púrpura’ y ‘La nena’.
La verdadera identidad de Mola se reveló el 15 de octubre pasado, durante la ceremonia de premiación del Premio Planeta 2021. Ese día, el jurado anunció que la obra ganadora era ‘Ciudad de Fuego’, cuya autora era precisamente la misma que había escrito la trilogía de ‘La novia gitana’.
El anuncio de la verdadera identidad de Morla abrió un nuevo debate sobre el uso de seudónimos en la literatura universal, algo que está lejos de ser una novedad. Hombres y mujeres lo han utilizado por distintas razones: para sortear la discriminación étnica o de género, por asuntos políticos, por necesidad de anonimato, o por puro mercadeo.
Entre los casos emblemáticos está el de Pablo Neruda, cuyo nombre real era Ricardo Eliécer Neftalí Reyes. En su caso, el uso del seudónimo respondía al miedo que tenía de que su padre se avergonzara por tener un hijo poeta.
J. K. Rowling, la creadora de Harry Potter, camufló su auténtico nombre Joanne, con el objetivo de parecer un hombre, por imposición de la editorial. Asimismo, decidió usar el seudónimo de Robert Galbraith, para publicar una nueva saga de novela negra.
Dentro de la literatura ecuatoriana no se registra un caso como el de Morla o la popular Elena Ferrante, pero sí existe el uso de seudónimos. Por ejemplo, Medardo Ángel Silva escribía con el seudónimo de Jean D’Agreve, Carlos H. Endara firmaba como Diletante y Jorge Carrera Andrade como Ortoz o Jean Valjean. Dentro de los escritores contemporáneos está el caso de Jorge Izquierdo que ha publicado varios de sus libros con el nombre de Salvador Izquierdo.
El catedrático, Álvaro Alemán, recuerda que la mayoría de las escritoras ecuatorianas del siglo XX, tanto poetas como narradoras, emplearon seudónimos. Laura Borja, la hermana de Arturo Borja, se hacía llamar Isabelle de Villars; Zaida Letty Castillo utilizaba el seudónimo D’jenana; María Ramona Cordero y León escribía con el nombre de Mary Corylé; mientras que Zoila López lo hacía con el nombre de Madreselva y Zoila Ugarte con el de Zarelia.
¿Por qué, si el uso de seudónimos ha sido común entre los escritores, el caso de Morla se convirtió en uno de los temas más comentados y polémicos de los últimos días? Es importante recordar que la misma Morla, antes de que se conociera su verdadera identidad, sostenía que lo realmente importante es la novela, no quién la haya escrito. “¿Qué más da que sea una mujer guapa y alta o un señor feo y bajito?”, decía.
Seguramente habrá quienes concuerden con Morla, pero quizás sea importante hablar del contexto. La revelación de su verdadera identidad aparece en un momento en el que las escritoras hispanoamericanas han logrado tener mayor presencia dentro del mercado editorial. Incluso hay quienes hablan de un nuevo ‘boom’, pero ahora protagonizado por historias escritas por mujeres.
En redes sociales, varias escritoras han ironizado con el hecho de que Mola sean Díaz, Martínez y Mercero y otras han criticado la aparición de otros casos como el de Sergi Puertas. En una entrevista concedida al diario El Confidencial, este escritor aseguró que, en la actualidad, las editoriales dan preferencia a las autoras y que por esa razón creó su propia versión de Mola.
Las críticas de Puertas chocan con casos como el de la escritora Siri Hustvedt, que en varias oportunidades ha contado que, durante décadas, ha tenido que aclarar que sus libros los había escrito ella y no su esposo Paul Auster.
Junto con Morla, otro nombre que ha vuelto con fuerza por estos días es el de Elena Ferrante, el nombre de la persona que ha firmado libros que se han convertido en éxitos de ventas, como ‘El amor molesto’, ‘La amiga estupenda’ o ‘La vida misteriosa de los adultos’.
Sobre la verdadera identidad de Ferrante se ha escrito de todo, pero los últimos dardos apuntan a que se trataría de la traductora italiana, Anita Raja; un dato que sigue sin ser confirmado.
Lo nuevo es el pedido que muchas personas han lanzado para que la verdadera identidad de Ferrante se mantenga en el anonimato. Uno de ellos fue Jorge Carrión. En su cuenta de Twitter, el escritor y crítico literario escribió tajante: “Carmen Mola son tres escritores, que recibirán el millón de euros del premio Planeta. Preferimos no saber quién es Elena Ferrante”.
Mientras el mundo de la cultura sigue debatiendo si Carmen Mola es un divertido acierto del mercado editorial o un tropiezo ético propiciado por tres guionistas, valdría la pena hacerse una pregunta: ¿Cuál es el valor del nombre propio en la literatura y fuera de ella, en medio de una sociedad llena de seres anónimos?