Carlos Prieto. Violonchelista mexicano y miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua
¿Cómo se estableció esta relación que mantiene con Dvorak, del cual va presentar uno de sus conciertos en Quito, este viernes?
Pues sin duda Dvorak es uno de los compositores que más presentes han estado en mi vida. Su concierto para violonchelos es uno de los más importantes que se compusieron para este instrumento a finales del siglo IXX. Además vale recalcar que es uno de los más largos para chelo y, tal vez por ese aspecto, es que ha sido constante en mi vida. Lo interpreté por primera vez hace unos 30 años.
Aparte de su vinculación con la música, usted mantiene una intensa relación con las letras, ¿cómo sucedió esto?
No creo que deba estar reñida la pasión por las letras y la que se siente por la música. Desde joven me interesó la literatura y el primer libro que escribí fue hace ya 50 años a raíz de una estancia que tuve en la Unión Soviética. Ahí nació mi primera ocupación como escritor. Hoy en día, entre los larguísimos vuelos de un lado al otro del planeta, lo que intento es coger un pedazo de papel y dejar que mi mente se disperse entre las letras.
De su experiencia, ¿es necesaria una relación entre letras y música? ¿Los intérpretes deben involucrarse más en la escritura?
Pues no necesariamente. Los intérpretes musicales deben dedicarse a tocar bien su instrumento y a estudiar a fondo la música. Existen grandes intérpretes que solo saben de música y nada más. Yo no considero que eso esté del todo bien pues uno debe saber combinar varios intereses culturales.
‘Variaciones sobre Dmtri Shostakóvich y otras consideraciones’ es un título inusual para entrar en una academia de la lengua, ¿por qué hablar sobre él?
El compositor Shostakóvich tuvo para mí una enorme importancia porque cuando estaba estudiando música en Massachusetts conocí su obra a fondo. Este me interesó tanto y debido a eso comencé a estudiar la lengua rusa y luego fui a la Universidad Lomonosov de Moscú y entonces conocí a Shostakóvich con mayor detenimiento. Es ese interés mío, casi obsesivo por este ruso, lo que quería ofrecer en mi discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua.
En el marco de su incorporación como miembro numerario de la Academia Ecuatoriana, ¿qué partitura va a ofrecer a los asistentes y sobre que tratará su discurso?
Aquí mi discurso es completamente otro: la historia del lenguaje humano. Dónde nació y cómo de ese lenguaje primigenio se desarrolló toda una serie de familias lingüísticas. Sobre todo voy a hablar sobre la historia del español. Sobre la música, pues será un recorrido por los grandes maestros del chelo de la literatura musical universal.
¿Cómo se siente en la silla XXII de la Academia Mexicana de la Lengua?
Pues para mí fue un honor. Cuando uno escribe, lo hace por pasión, por amor a la letras. Mi designación como académico de la lengua es algo que vino en un momento en el que no aspiraba a esta clase de honores.
¿Por qué eligió el vilonchelo como su instrumento?
Lo elegí porque en mi familia había la tradición de tocar en cuartetos. Cuando nací, nos faltaba un chelista y entonces mi mamá decidió que debía estudiar el chelo, a los cuatro años.
¿Cómo mira la panorámica de la creación musical en América Latina?¿la música académica tiene un buen futuro o se encuentra en riesgo?
América Latina tiene una gran riqueza artística y musical. Además hay una variedad de ritmos desde Argentina hasta México, lo que permite que la creación académica logre encontrar riqueza al momento de hacer partituras cuando mira hacia su pasado sonoro. Yo no soy pesimista por el futuro de la música académica ya que con la ayuda de la tecnología como la del iPhone uno puede acceder a un sinfín de obras con mucha facilidad. Otro ejemplo claro es el sistema de orquestas del maestro José Abreu, con cerca de 300 agrupaciones en un solo territorio. Los países que tengan una riqueza autóctona musical deben tratar de llevar ese acervo popular hasta la escritura académica.