El tambor del Valle del Chota, denominado como bomba, late al ritmo del corazón humano. Así lo siente Segundo Cristóbal Barahona, uno de los últimos fabricantes de este singular instrumento que acompaña a los descendientes africanos de la Sierra Norte desde inicios del siglo XVII.
Con sus manos gruesas y ásperas, el artesano de 82 años aún sigue “templando bombas”, tal como lo aprendió seis decenios atrás. Ahora la tarea le resulta complicada por su edad, puesto que los troncos huecos de chagualqueros o balsas y los anillos vegetales de raíz de espino, que sostienen la piel seca de chivo del tambor, se consiguen en la cima de las lomas desérticas del valle que divide a Imbabura y Carchi.
La bomba -que tiene aproximadamente un diámetro de 40 centímetros y 30 de alto- es de origen africano, según Plutarco Viveros, integrante de Marabú, uno de las decenas de agrupaciones de la región. Para el músico, en una fiesta pueden faltar guitarras, requintos, güiros… mas no este instrumento.
Barahona heredó la técnica de su tío, Pedro Carcelén. Era apenas un niño cuando observaba atento cómo él confeccionaba el instrumento musical en la tarde, luego de las jornadas agrícolas en la huerta. “Así debieron transmitirse, de padres a hijos, los conocimientos que llegaron desde África”, explica el artesano de rostro oscuro y barba blanca.
No recuerda cuántas bombas ha fabricado en su vida. Pero lo que sí sabe es que muchos de sus trabajos han ido a Ibarra, Quito, Guayaquil… Colombia, Argentina y Estados Unidos, gracias a músicos, turistas y aficionados.
Un viaje inesperado
A inicios del mes anterior Barahona dejó la tranquilidad de su casa, en El Juncal, a 45 km al nororiente de Ibarra, para ir a Estados Unidos.
Nunca había imaginado salir de Ecuador. Pero lo hizo invitado por los integrantes del Movimiento Cultural Chota Madre, que residen en Nueva York. Se trata de 12 ecuatorianos que promueven la música y danza afrochoteña en ese país.
En septiembre del 2013 los músicos llegaron para recorrer las comarcas afros de Imbabura y Carchi. Querían conocer más sobre el origen de los ritmos que cultivan, heredados de sus padres y abuelos.
Es ahí que conocieron a Cristóbal Barahona. Él y Eloy Santacruz, de 80 años, nativo de Chamanal, son los últimos guardianes de los saberes para elaborar la bomba, que le dio nombre y fama a la música alegre de esta región.
Los integrantes de Chota Madre filmaron un documental sobre la fabricación del instrumento, la vida en los poblados afros de la Sierra Norte e invitaron a Barahona a EE.UU.
Claro, esto no fue del todo casual: eran requisitos para que la bomba lograse entrar al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Meses antes, José Obando, asesor del Departamento de Instrumentos Musicales del Museo Metropolitano, había comentado a Juan José Paredes y Cristopher Terán, fundadores del grupo Chota Madre, que no disponían de elementos musicales de afro-descendientes del valle del Chota.
Es ahí donde surgió el proyecto Rumbo al Sur, que concluyó con el ingreso de la bomba a la colección más importante de instrumentos musicales, el 3 de marzo último.
Ese día Cristóbal Barahona explicó ante 200 personas cómo se hace una bomba. Hoy comenta que su última pieza forma parte de la colección del Museo, donde se guardan más de 5 000 instrumentos musicales de todos los continentes y de diferentes etapas históricas, según su página web.
En medio del calor de El Juncal, Barahona rememora sobre esa tierra lejana llena de rascacielos y cubierta por nieve. Mientras habla, no para en la construcción de una nueva bomba. Como todo instrumento, esta tiene sus secretos.
“A los troncos hay que cortarlos cuando la luna está madura y la piel de chivo debe ser de pelaje negro”, asegura. Mientras golpetea rítmicamente un tambor, Viveros resalta que un lado está elaborado con piel de chiva y el otro de chivo. El segundo tiene un sonido más fuerte.
“La bomba resume la cosmovisión de los afro de la Sierra Norte”. Una visión que ahora se exhibe en una de las salas del museo más grande del mundo.
En contexto. El 3 de marzo último, la bomba, el tambor del Valle del Chota, se sumó a la colección más grande de instrumentos musicales del mundo, en el Museo Metropolitano de Arte, en Nueva York. Hasta allá viajó Cristóbal Barahona, el último fabricante del instrumento.