En el umbral, un trapeador (o rodapiés) con el rostro de George W. Bush es una clara señal de que se está por franquear la frontera hacia un arte distinto e irreverente.
El trapo con el rostro del ex Presidente de EE.UU., que lanzó la guerra en Iraq sin motivos, es de la autoría del artista brasileño Guga Ferraz. Y se constituye en la primera escala de la muestra colectiva ‘Live now die later’ (‘Vive ahora, muere después’).
La exposición fue parte de la inauguración del Studio SolerHub, el primer enclave de lo que su mentalizador, el artista colombiano que ha adoptado el pseudónimo de Soler, define como “arte con poder de contestación”.
El estudio funciona en la refaccionada casona blanca de los años cincuenta, que se levanta en el número 16-11 de la Calle 31 A del barrio de Teusaquillo, en el centro norte de Bogotá. Aquí tienen su espacio los artistas plásticos que conciben sus trabajos como un mecanismo de protesta y reivindicación social.
“El arte se debe utilizar como una herramienta de reclamo social y no como una decoración más. En el caso de Colombia, debe ser parte de una reflexión sobre la situación actual”, sintetiza Soler, bogotano de 35 años y con estudios en bellas artes con énfasis en pintura, en Brighton (Inglaterra). Su pseudónimo lo tomó del ciclista Mauricio Soler, quien se halla en la galería de héroes populares que tiene este país y a la cual pertenecen los también pedalistas Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez y Luis ‘Lucho’ Herrera.
En la segunda escala llama la atención la propuesta, que se abanica entre lo burlesco y lo ilógico, de Dana Wyse, la artista que pasa su tiempo entre Vancouver, su ciudad natal, y París.
En la sala bogotana se descubre el que quizá es su material gráfico mejor realizado, la instalación denominada ‘Jesus had a sister Productions’ (‘Jesús tenía una hermana Producciones’) , una serie de instalaciones de píldoras temáticas. Es una obra siempre en proceso a la que se agregan nuevos elementos cada año.
Con fina ironía, la artista canadiense aborda los asuntos universales y cotidianos como el género, la raza, la espiritualidad, la muerte, la política, la sexualidad, etc. Además, se sumerge en terrenos como la búsqueda utópica del hombre y la mujer perfectos, que se consigue de forma inmediata si se ingieren ‘píldoras mágicas’. Y, de paso, subraya, con la incorporación de avisos publicitarios (todos engañosos), la fiebre consumista que se ha apoderado de la sociedad contemporánea.
Pero todo esto es ficción, según ha reconocido la propia Wyse, autora del libro ‘Cómo convertir su adicción por drogas en una exitosa carrera artística’, que vendió más de dos millones de ejemplares en Europa. Ella ha dicho que “hay otras formas de hacer arte. Mi forma de hacer arte es como la ciencia ficción. En lugar de dibujar o pintar como ejercicio, leo periódicos o revistas, veo TV y converso con científicos y filósofos y, entonces, hago mi arte”.
Menos ironía y humor y más carga política se percibe en la tercera escala, donde se exhibe la serie ‘Terroristas’, de Jaime Ávila, un artista colombiano que ha reflejado la supervivencia en la dura realidad callejera de Bogotá.
‘Terroristas’ es un conjunto de muñecos, cada uno con una carga explosiva, que representan a los actores de la violencia y del prolongado conflicto interno que ha perforado a Colombia. ‘Ochoa’ y ‘Chupeta’ son dos de los pequeños monigotes elaborados con diarios y revistas, cuyas páginas constituyen un registro de algunas de las miserias de la guerra doméstica. Y a continuación se encuentra ‘Manos de seda’, un trabajo que descubre a un grupo de ratas que trata de salir de una alcantarilla. “Es una clara alusión a los políticos corruptos”, resume Soler sobre esta pieza de arte contestatario.
La apertura de espacios como Studio SolerHub y de exposiciones como ‘Live now die later’ activan, asimismo, el debate acerca de si la postura política que tiene el arte contestatario interfiere o no en la propuesta estética, en la creación artística.
El curador colombiano Santiago Rueda Fajardo, quien también ha trabajado en el Ecuador, sostiene que “en primer lugar debemos ver quién o quiénes son los artistas contestatarios hoy”. Y agrega: “Sin embargo, sí es evidente que todo arte político y todo arte es, en alguna medida político, y está condicionado por los discursos que ilustra, que le ocupan, que le mueven”.
El artista colombiano Orlando Velandia va más allá. Sostiene que el arte contestatario, al final de cuentas, “tiene que ver con la memoria”. Es decir, anota, que las obras pueden ser tomadas como registros de episodios puntuales que involucran a determinados personajes y países…