El arte de Miguel Varea es ‘Tóxico’ contra el poder

Fotos: Cortesía CCE ‘Simón Bolívar’, Dos obras irónicas sobre la heroicidad y el poder. Se muestran desde hoy.

Fotos: Cortesía CCE ‘Simón Bolívar’, Dos obras irónicas sobre la heroicidad y el poder. Se muestran desde hoy.

Desafiante e irónico, inconforme e irreverente; iconoclasta, contrario a cualquier dogma, crítico del poder constituido… Miguel Varea (Quito, 1948) esconde sus ideas tras el trazo. En el 2009, dejó claro su sentir para con el poder de turno, para con su manejo de discursos y vías de comunicación, para con la idea de uniformar el pensamiento; lo hizo con ‘Y si nuevas kadenas preparan... el paisito desaparece’.

Y ahora, lo hace una vez más en ‘Tóxico’, la muestra que reúne 66 obras suyas, en las salas Oswaldo Viteri y Aníbal Villacís, del Museo de Arte Colonial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. La inauguración es esta noche, a las 19:00. La exposición permanecerá abierta hasta el 30 de diciembre.

En la experiencia artística de Varea se cuentan aguafuertes y plumillas, dibujos ya con tinta china, ya con lápices de colores; las pinturas con óleo y con acrílico. Ha trabajado en formatos de diversas dimensiones y cuando no ha sido el papel o el lienzo, ha saltado a los muros. En todas esas prácticas deja ver la técnica y el oficio que fue madurando desde sus años en la Universidad Central del Ecuador o en la madrileña Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos.

Siempre crítico de la realidad (o de cómo pretenden enseñársela), su pensamiento, donde prima lo humano por sobre lo ciudadano, se traduce en líneas y formas. Sus personajes tienen difuminados sus contornos y aparecen en el cuadro como espectros sobre el soporte, son los fantasmas que habitan esa sociedad exterior, o los otros que habitan en el mundo interior del pintor. En sus obras, lo cotidiano se desbarata.

Varea es un comentarista mordaz de la actualidad social y política, (siempre lo ha sido) y ese tono burlón suyo se potencia cuando el espectador/lector repara en las asociaciones entre la imagen y la palabra, en el juego entre pieza y título: ahí con las palabras brotan ambigüedades e ironías; y en el dibujo, el lápiz atraviesa mentiras e hipocresías.

Ahora, en ‘Tóxico’, Varea tiene no solo 66 cuadros, sino 66 bazucas de óleo y plumilla, que tienen en sus miras al poder y sus tentáculos; 66 potajes de veneno para disolverlos en las fauces siniestras de un ‘Karondelet’...

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