El Ecuador fue uno de los destinos del naturalista Alexander von Humboldt, nacido en 1769 en el seno de una familia acomodada de Prusia. Explorador desde niño, se dedicó a la observación científica con la idea de “describir cómo funcionaba el mundo”.
Viajes, aventuras e inventos
Durante cinco años exploró Latinoamérica, vivió en París y Berlín, caminó por los brazos remotos del río Orinoco, en Venezuela, y las estepas kazakas de Rusia y Mongolia, a los 60 años. Fue considerado por muchos años como el centro del mundo científico, por su cerebro erudito, sus descripciones, mediciones, y su resistencia física.
Consideró a América como un “vértice cartesiano”. La gente le admiraba y le temía por su lenguaje mordaz, y su vida se llenó de viajes y aventuras porque siempre quería experimentar algo nuevo. Quería despertar el “amor a la naturaleza”. Y lo consiguió, en una época en que los científicos buscaban leyes universales.
Escribió más 50 mil cartas, libros, mapas y dibujó -como nadie- a la naturaleza. Se le ocurrió la idea que “las zonas de vegetación y climáticas recorren el mundo”. Y encontró conexiones. Según sus biógrafos, Humboldt fue el primer científico que habló, en 1800, del nocivo cambio climático provocado por los seres humanos.
Inventó las isotermas -líneas de temperatura y presión que vemos en los mapas del tiempo-. Descubrió el denominado “ecuador magnético”, al constatar la ubicación geográfica de nuestro país.
Influencia
Pocos como él influyeron en el pensamiento de artistas, científicos y filósofos de su tiempo. El libro “Personal Narrative”, de Humboldt, provocó gran admiración en Charles Darwin, quien escribió que “no se habría embarcado en el Beagle ni concebido “El Origen de las Especies”, sin Humboldt”.
Algunos escritores encontraron en los libros de Humboldt el dilema de la convergencia entre la naturaleza y la poesía. Simón Bolívar lo llamó “el descubridor del Nuevo Mundo”. Y Johann Wolfgang von Goethe, el poeta más grande de Alemania, consideró que “pasar unos días en compañía de Humboldt era como haber vivido varios años”.
Según Andrea Wulf, en el libro “La invención de la naturaleza: el nuevo mundo de Alexander von Humboldt”, los ecologistas y los escritores escriben sobre la naturaleza sin saber nada sobre Humboldt: “Rachel Carson parte del concepto de la interconexión de Humboldt, y James Jamen Lovelock se refiere en la teoría de la Gaia, que la Tierra es un organismo vivo, idea desarrollada por Humboldt”.
El pensamiento de Humboldt pervive. La corriente más famosa de América del Sur lleva su nombre. ¿Quién no ha oído de la Corriente de Humboldt? Cientos de monumentos, montañas, ríos, parques, cabos, bahías, cataratas, rutas, cadenas montañosas; más de 100 animales y 300 plantas, minerales, e inclusive una superficie en la Luna se denomina Mar de Humboldt. Ninguna persona ha contribuido tanto como él para descifrar la naturaleza.
Itinerario
El viaje de Humboldt a través de América transcurrió entre 1799 y 1804. Salió de La Coruña, en España, pasó por Tenerife, cruzó el “charco”, visitó Cumaná, Angostura, San Carlos, Caracas y embarcó a Cuba; luego retornó a Cartagena, recorrió Bogotá, Quito, Guayaquil y Lima. Navegó hacia México, cruzó el Golfo y llegó al Atlántico, bordeó el este de Estados Unidos, hasta Washington y Filadelfia, y desde allí embarcó hasta Europa, Bordeaux, en Francia.
Humboldt en Ecuador
El concepto de naturaleza, como una “cuerda” que conecta, nos une inseparable a él, aunque nos hemos olvidado de mencionarlo. Igual las nociones de “equinoccio” -refrendadas por las misiones científicas francesas y españolas-, y lo más importante, haber descrito, de manera magistral nuestras plantas y animales, y las montañas más hermosas del Ecuador, en especial el volcán Chimborazo, que escaló el 23 de junio de 1802, con un barómetro, un termómetro, un sextante, un horizonte artificial y un cianómetro para medir el azul del cielo.
Al llegar a los 5.917 metros y disiparse la niebla y mirar el Chimborazo sobre el cielo azul, Humboldt exclamó: “¡Qué vista más grandiosa!”. “¡Era como mi estuviéramos atrapados en un globo de aire!”. Nadie había subido tanto y respirado el aire tan enrarecido.
El explorador comenzó a ver el mundo de otra manera, concibió a la Tierra como un gran organismo vivo, y que toda la naturaleza estaba relacionada. Hoy se sabe que Humboldt subió al Chimborazo con un pie herido y botas incómodas, cargado de instrumentos y parándose constantemente, según testimonio de la investigadora Andrea Wulf.
Su legado es grandioso. Y el Ecuador no ha obrado con justicia. Alexander von Humboldt no necesita monumentos, sino un gran museo de Historia Natural para continuar las investigaciones de este científico que enseñó a amar la naturaleza de nuestro hermoso país.