El Niño Dios desciende sobre un grupo de artesanos que camina en medio de un pequeño patio en el Centro Histórico de Quito. Con esa imagen, el artista quiteño Miguel Alvear resignifica la cultura, la religiosidad y la iconografía popular; temas de su interés según su obra anterior.
Lo hace en una casa habitada por artesanos, propiedad de la de la familia Villacrés Miranda. Es uno de los espacios seleccionados para el proyecto Arte Contemporáneo y Patios de Quito (ACPQ).
Para el primer encuentro con este espacio, Alvear no contaba con una idea preconcebida; sabía, sin embargo, que su trabajo debía dialogar con el público, mostrar puntos de reconocimiento. Así lo hizo. La tarea se simplificó cuando conoció a los inquilinos del inmueble, todos ellos dedicados a cultivar técnicas artesanales, a las que las nuevas tecnologías amenazan con destruir.
La interacción con estos personajes fue entonces un punto clave de su intervención. A través del arte, Alvear buscó que las actividades de la peluquera, del fotógrafo, del joyero y del artesano se dinamizaran y contactasen a la gente que visite la instalación.
Lo primero fue dar una identidad al lugar, así obtuvo el nombre de ‘El patio de los pecadores’. Las referencias que tratan la resignificación de la religiosidad atraviesan esta intervención.
Ya en el ingreso a la vivienda se puede leer: “La gente que trabaja con las manos es bendita”. Mientras que en las paredes que circundan al patio se han colocado partes de las figurillas del Niño Dios: brazos quemados, rostros golpeados, piernas rotas, ello como una deconstrucción del ícono.
Arriba se levanta un inflable del mismo Niño Dios, la ambiguedad en la percepción se manifiesta desde su tamaño atemorizante, hasta la gigante bendición que brinda a quien lo mira. El resto de la instalación se compone de fotografías de modelos engalanadas con las obras de los artesanos.
Esa forma de repensar el espacio se evidencia en el reordenamiento de los elementos estructurales y vivenciales que componían esta casa, ubicada en la calle Venezuela, entre Rocafuerte y Bolívar. Además, Alvear considera que esta intervención puede funcionar como un ‘work in progress’, pues las relaciones de los artesanos con el público, la presencia -intencionadamente publicitaria- del inflable y las reflexiones que puede despertar se seguirán dando durante el mes que permanece abierta la muestra, e incluso mucho más…