La Plaza del Teatro puede ser una cancha de fútbol. El jueves por la noche, 12 niños jugaban con una pelota plástica que alguna vez fue roja. Entre correrías y patadas chocaban con la gente que, dos horas antes del inicio del show, hacía fila ante la puerta del Teatro Sucre.
Las entradas para las cuatro funciones que la compañía china Hunan Acrobatic Troupe (HAT) brindó en Quito se agotaron. De eso se comentaba durante la espera, a la luz de los faroles.Nicolás ‘El chaval’ García aún no aparecía con su sombrero y su capa negra para recibir a los espectadores. Mientras que adentro, artistas chinos de entre 15 y 19 años calentaban sus cuerpos y practicaban las acrobacias. Platos giraban sobre varillas y saltos se hacían entre aros elevados.
Por entre los pasillos caminaba Liu Junke, el director de HAT. Lentamente rodeó el escenario, se movió por un entramado de escaleras y cables hasta la puerta posterior del teatro. Allí, encendió un cigarrillo, uno de los muchos de la noche.
Fumar es algo que los miembros del elenco hacen con frecuencia, mientras esperan que las campanadas anuncien el inicio de la función. El hábito contrasta con el físico que despliegan durante los 12 actos.
A los camerinos se entra por corredores iluminados de luz blanca. Por allí pasaban los tramoyistas una y otra vez y se mezclaban con los artistas. Cada grupo cumplía funciones específicas.
Los últimos se alimentaban con quimbolitos y empanadas de viento antes de vestirse y maquillarse. Por el gesto en sus rostros disfrutaban de los bocadillos quiteños. Los otros limpiaban el tablado y verificaban el estado de las conexiones.
José ‘Pepito’ Cevallos, el jefe de piso controla todo lo que ocurre tras bastidores. En el camino de sus labores se cruzó con Huang Kangyi, el agregado cultural de la Embajada China.
Ambos, atentos a las acciones de los 27 miembros del elenco. Ellos, repartidos según su género en dos camerinos, conversaban entre trajes coloridos, máscaras y polvos de maquillaje. Las risas develaban bromas; la prisa, un tanto de nerviosismo.
En los espejos se reflejaban las líneas que seguían los lápices sobre el rostro y los trajes dorados, que en su conjunto construían a los personajes. Xu Linjun, la directora artística, cuidaba cada detalle de la colocación de los elementos. Ella investiga sobre las tradiciones y las leyendas que hacen del teatro acrobático una manifestación ancestral de la cultura china.
El público ingresó a la sala, ‘El chaval’ García había abierto las puertas. Pronto platea y palcos se llenaron.Al sonido de la primera campanada, una leve bailarina corrió a ocupar su posición. A los costados del escenario, fuera de la vista de los espectadores se arrimaban monociclos, candelabros, platos, un montón de telas’ Para la segunda campanada todo estaba listo; en la tercera, Kangyi tradujo las palabras de Linjun. A cada intervención correspondía un aplauso.
La música puso a los artistas sobre escena. Acrobacias y danza, fuego y piruetas, contorsión y humor armaron el espectáculo. Hubo errores de ejecución y a cada uno de ellos seguía un gesto de reprobación, un suspiro, un abrir de ojos, un silencio de reflexión, ponerse en pie y saltar nuevamente al escenario a hacer la magia. El público absorto miraba a mujeres volar, mientras que tras el cortinaje, algunos hombres del elenco tiraban de una cuerda y accionaban una polea.
Tras cada acto los artistas corrían a camerino, cambiaban rápidamente su vestuario, tomaban nueva utilería e interpretaban las historias de sus ancestros. El telón se cerró con el aplauso unánime de los asistentes. Afuera, la noche era más fría y el partido de fútbol ya había concluido.