El acoso escolar -conocido como violencia en el sistema educativo- constituye una realidad que afrenta a todos los profesores, quienes hemos participado en la formación de seres humanos en la escuela, el colegio y la universidad.
“Vergüenza ajena”, expresan algunos colegas. Yo digo: “Vergüenza propia” porque los casos ya no son infrecuentes: los que se denuncian son pocos frente a los no denunciados, y la mayoría queda en la impunidad.
Aproximación al problema
En 2010 se realizó la Primera Encuesta Nacional de la Niñez y Adolescencia de la Sociedad Civil (ENNA), ejecutada por el Observatorio de los Derechos de la Niñez y Adolescencia, Save the Children, Plan Internacional, CARE Ecuador, la Fundación Observatorio Social del Ecuador (OSE), UNIFEM y UNICEF; y la Encuesta 46 de “Mi Opinión Sí Cuenta”, que recoge el parecer de niños, niñas y adolescentes sobre
la “Violencia y Seguridad en Escuelas y colegios”, ejecutada por el Ministerio de Inclusión Económica y
Social, Instituto de la Niñez y la Familia y Defensa de los Niños Internacional.
En 2015, según UNICEF y World Visión, en el proyecto “Violencia entre pares en el sistema educativo: Una mirada en profundidad al acoso escolar en el Ecuador”, se concluye que 1 de cada 5 estudiantes entre 11 y 18 años afirma haber sido víctimas de acoso escolar.
“Este informe presenta las principales formas de acoso, y un balance sobre los avances y desafíos presentes. En términos generales, no se presentan diferencias significativas en relación con la existencia de acoso escolar y violencia entre pares, entre escuelas públicas y privadas, ni entre zonas urbanas y rurales, tampoco hay diferencias destacables por edad”.
“El sexo y la edad inciden en la expresión y magnitud que puede alcanzar el acoso escolar. A nivel nacional, no se registran diferencias significativas entre hombres y mujeres; no obstante, por tipo de violencia o acoso, sí se revelan diferencias. Por ejemplo, los hombres sufren más insultos y golpes, mientras que las mujeres padecen más de rumores o revelación de secretos y ciberacoso”.
“El acoso escolar tiene lugar, principalmente, en las aulas. Siguen, el patio o las canchas de la escuela, y en tercer lugar, los exteriores del centro educativo. Los hombres víctimas han sido acosados casi en su totalidad por otros hombres, marcando una diferencia con la situación de las mujeres víctimas que, en el caso de insultos y sustracción de pertenencias, han sido acosadas por hombres. A esto se suma que los actos de violencia son presenciados por otros estudiantes, ya sea en calidad de testigos pasivos, defensores de la víctima u observadores”.
El sistema está desbordado
Investigaciones efectuadas en la academia arriban a similares resultados, registran la gravedad del problema, sus posibles causas y lo más notorio: el aumento progresivo de esta “epidemia social”, por el mal uso de las tecnologías y las redes sociales, en los que el ciberacoso está situado en primer lugar.
Las respuestas del sistema educativo han sido formales y reactivas; es decir, a través de reglamentos, instructivos y protocolos. Los Departamentos de Conserjería Estudiantil (DECE), laboran con sus equipos de psicólogos y trabajadores sociales, quienes desarrollan planes y proyectos en los ámbitos socio-educativo-preventivo para atender los casos emergentes.
Pero, los planteles están desbordados ante esta problemática que supera las capacidades institucionales -no solo por el número de estudiantes y el reducido personal de profesionales-, pues el DECE debe atender (también) otras funciones importantes: orientación vocacional y profesional; selección del alumnado según los ritmos de aprendizajes; evaluaciones individuales, grupales y coevaluación; atención de casos particulares, visitas domiciliarias, terapias familiares; acciones de prevención mediante charlas, conferencias y talleres con estudiantes, docentes y padres de familia, y utilización de recursos de la comunidad (ONGs, clínicas públicas y privadas), para estudiantes en situación de riesgo.
Políticas preventivas
La familia es corresponsable de lo que sucede con sus hijos, y también la escuela -su complemento-, en el ámbito formal, siempre en coordinación. Esta estrategia no siempre se cumple por varias razones: la falta de políticas preventivas aterrizadas en programas y proyectos; la indiferencia de los padres, y otras prioridades de las autoridades educativas.
El programa nacional “Escuela para Padres” -de grata recordación- fue reemplazado por el programa actual “Educando en Familia”, y la difusión de protocolos de actuación frente a situaciones de violencia, detectadas o cometidas en el sistema educativo, para “dotar de información a la comunidad educativa, sobre cómo actuar en casos de detectar una situación de violencia entre pares, violencia sexual, familiar, institucional y violencia ejercida hacia docentes en el sistema educativo”.
La violencia no se resuelve con violencia
Los diferentes tipos de violencia escolar mencionados no se resuelven con otros tipos de violencia. El uso de castigos, exclusiones, complicidades, victimizaciones y amenazas no resuelven el foco de estos conflictos. Cada caso merece un estudio riguroso, serio, interdisciplinar y respetuoso de los derechos humanos fundamentales.
“La violencia escolar puede entenderse como toda acción u omisión que resulte en un daño de cualquier índole a un miembro de la comunidad educativa”. Uno de los casos más recurrentes es el acoso escolar o bullying, estudiada por primera vez en 1970 por Dan Olweus. Incluye intimidación, maltrato y agresión entre iguales.
El ciberacoso amplía el espacio del acoso escolar, ante el cual los padres de familia no podemos permanecer indiferentes.
Ciberacoso y familia
El ciberacoso se manifiesta como un comportamiento cruel, brutal e inhumano hacia una persona, con el objetivo de asustarla, humillarla o someterla. Puede tener diversas causas, como la falta de empatía, la baja tolerancia a la frustración o el anonimato en línea.
En el Ecuador, la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) reconoce el derecho de los estudiantes a recibir una educación en un ambiente seguro y libre de violencia.
Según los especialistas, el ciberacoso impacta negativamente en la salud mental de las personas y en las familias. Para prevenirlo y actuar en caso de que ocurra, se recomienda a las familias ejecutar las siguientes estrategias:
- Comunicación. La comunicación de doble vía, positiva y oportuna ayuda a reducir las agresiones en línea. Hablar con los hijos en forma respetuosa permite el uso responsable de la Internet y las redes sociales. Las herramientas de control parental deben ser utilizadas.
- Confianza. Crear ambientes de confianza entre padres e hijos es clave. Para ello es importante desarrollar escenarios empáticos, dar ejemplo y estimular los avances o acuerdos alcanzados. La persecución alimenta la desconfianza.
- Privacidad. Enseñar a proteger la privacidad: los datos personales, las fotos, los videos y los documentos individuales no pueden ser divulgados. Los perfiles en Internet y las redes sociales deben ser eliminados.
- Amistades. Escoger las amistades, conocer sus procedencias y relaciones. En muchas ocasiones se utiliza el anonimato o las informaciones falsas para hacer daño o delinquir.
- Denuncias. Todo tipo de acoso debe ser denunciado. Es inadmisible responder ataques con ataques. Las complicidades no ayudan. Los padres deben denunciar ante las autoridades y emprender acciones legales. Y, en primer lugar, acudir a la Dirección Distrital de la jurisdicción.
- Asesoría. Cuando fuere necesario, los padres necesitan buscar ayuda de psicólogos, pediatras y otros profesionales.