La Academia Ecuatoriana de la Lengua cumple 140 años con el reto de mantener su vigencia acercándose a los hispanohablantes del país, en medio del desafío que representan las nuevas tecnologías.
En el siglo XIX, la Real Academia Española aprobó la apertura de su representación en Ecuador un 15 de octubre de 1874, la segunda en la región luego de la colombiana.
Entre los primeros nueve académicos estaban los reconocidos escritores románticos Juan León Mera y Julio Zaldumbide, además del historiador Pedro Fermín Cevallos, primer director del organismo durante 16 años.
Hace siglo y medio, como ahora, el reto es conservar la “unidad del idioma” frente a neologismos y barbarismos de turno, sin caer en extremos puristas o complacientes, sugirió el académico Hernán Rodríguez en su conferencia sobre Cevallos.
Para la adopción de nuevas voces, el ex director estableció un “requisito elemental” todavía vigente: “El examen de si están o no bien castellanizadas y conformes con la índole de la lengua”, según recogió Rodríguez con ortografía antigua.
Casi 140 años después, la Academia local está conformada por 22 miembros dirigidos por primera vez por una mujer, la educadora Susana Cordero, quien cree en el rol cada vez “más necesario” de este tipo de instituciones.
Es un papel más decisivo en la globalización, “en la posibilidad de sentirnos unidos y de proteger la lengua como parte fundamental de la expresión del alma de todos los pueblos que recibieron la influencia de España”, comentó Cordero a ANSA.
La directora celebra las mayores posibilidades de interconexión actual, pero alerta sobre el riesgo de la “enorme trivialización” de la comunicación, patente en la pobreza de léxico, debido al mal uso de las nuevas tecnologías.
“Hay un verdadero acoso de un mundo trivial y, en muchos aspectos muy triste, por eso hay que poner muchísimo énfasis en educar en la profundidad a los jóvenes”, propuso la estudiosa.
Junto con su aniversario, la Academia reinauguró su antigua sede, una casona en el centro histórico de Quito, restaurada gracias a la cooperación española, desde donde espera revitalizar su actividad.
“La oportunidad de retomar nuevamente nuestra casa es también un símbolo de que lo haremos con un nuevo espíritu, de frescura, de apertura, de más cercanía a la gente”, dijo el escritor de 65 años Jaime Marchán.
Para el ex diplomático, la renovación de la Academia empieza desde su conformación actual, no sólo con gramáticos o filólogos, sino también con diferentes “hacedores del idioma”, como escritores, investigadores, periodistas y hasta un músico.
La intención es acercar cada vez más gente a la “riqueza cultural enorme” del español a través, por ejemplo, de fascículos dedicados a diversas actividades (gastronomía, comunicación, deporte), que se distribuirán masivamente.
“Para todo sector hay una expresión correcta, no hay que confundir con la rigidez, el idioma es tan rico, uno puede hacer uso de todos los vocablos que están ahí”, reflexionó Marchán.
Para la reinauguración, la Academia Ecuatoriana realizó la noche del viernes, 28 de marzo, una sesión solemne con la presencia del director de la Real Academia Española, José Manuel Blecua.
El “huasipichay” , ecuatorianismo tomado del quechua que significa apertura de una casa, también contó con conferencias magistrales y un concierto de cámara.
Es así que el castellano en el Ecuador, un “español americano con rico sustrato quechua” , en palabras de Rodríguez, busca nuevos bríos junto a su propia Academia.