En la obra de Fernando Torres se combina lo abstracto con lo figurativo. He ahí la clave de su obra, en la que aves, gatos, peces se mezclan y se vuelven un solo objeto con hombres, máquinas o artefactos de latón. Torres no le huye al color. Lo busca sin pausa, con tesón.
Las 32 piezas que conforman la muestra ‘NaturalSobreNatural’ son una pizca del sentido estético que el pintor ha venido desarrollando a lo largo de casi 30 años de carrera. Los colores vistosos de sus témperas, que combinan verdes intensos y naranjas estridentes, con azules, amarillos y rojos hasta llegar al negro, causan una sensación de fiesta a los ojos del espectador.
En cambio, sus acrílicos realizados según las técnicas del claroscuro, combinan los grises en formas animales que conforme el pintor ha ido puliendo su estilo, han llegado en sus trabajos más recientes a la abstracción total de las formas. Aun así, en algunos cuadros se pueden apreciar los animales y esa mezcla con lo humano que traza sobre sus telas.
La exhibición se inauguró en la sala Goethe de la Asociación Humboldt y permanecerá abierta hasta el 10 de junio. Se trata de la primera vez que Torres expone en el sitio. Antes ya ha presentado sus trabajos en Cali, además de exposiciones en Seúl (Corea del Sur), Guayaquil, Cuenca y Quito. Ahora está preparando una nueva exhibición en la capital surcoreana, para octubre de este año.
“Los acrílicos los trabajé con grises, buscando una economía cromática”, explica el pintor. En estos trabajos asegura que su intención es potenciar las luces y las sombras, buscando matices. “Incluso en algunos puse dibujos en blanco y negro sobre fondos grises, para lograr generar sensaciones en el espectador. Eso sí, me siento bien trabajando tanto en acrílicos como con témperas”.
El acrílico, reconoce, le da la libertad de buscar nuevas formas, de ir en busca de espacios plásticos, de plantear el espacio mismo como un hecho perteneciente al mundo de la plástica. “La línea va al espacio propio, limpio, sin figuración. Es también una maduración en mi carrera”, indica.
En sus témperas, en cambio, es casi como si planteara una fiesta rural andina. No deja de lado las formas animales, los íconos que el artista asegura que lleva presente en su interior. Hay detalles de las fiestas tradicionales y de las culturales ancestrales andinas o amazónicas, como un cuadro donde se puede apreciar un bailarín, formado apenas de colores. Todo, saliendo de la nada.
“Crear de cero, sin bocetos. Crear es una actividad natural, transparente, espontánea, hecha con pasión, trabajada con alegría e incluso, por qué no, con amor. La idea de estos trabajos es que dejen una huella, una interiorización en el espectador”, explica Torres.
Sus obras no llevan título. Este aspecto no es un hecho fortuito, pues el pintor considera que si sus trabajos toman vida por un hecho creativo, y tienen significados tan abiertos para quien los mira, darles un nombre es innecesario. Entre sus mayores influencias está la pintura latinoamericana de los años 50 y 60.
Sobre su búsqueda por el color, especialmente en sus trabajos en témpera, Torres reconoce que esta es una labor que le ha tomado años, y de la que sigue aprendiendo con cada obra. Su método de trabajo lo lleva a pulir hasta siete cuadros al mismo tiempo.
Los símbolos, sus símbolos permanecen plasmados en sus obras. Torres llevará a Seúl únicamente sus trabajos en acrílicos. En aquellos, dejará de lado casi en su totalidad a la forma, embarcándose de lleno en los espacios que quiere crear con su trabajo.