Autores con vidas azarosas y extrañas; atormentados, misteriosos, marginales… Algunos en el ostracismo voluntario (Salinger), otros inconformes con su sociedad (Mishima); aquellos habitantes de los bajos mundos (Bukowski), los demás: genios perdidos (Symns); y, cómo no, los fascinados por el ocultismo (Crowly).
Best sellers de culto, por supuesto. Ya una vez que la misma literatura los saca a flote, estos libros son altamente requeridos. También están los libros de autores famosos y de las hordas de seguidores que los leen, el caso de E. A. Poe o de H. P. Lovecraft; de Borges, Arlt o Arenas; Céline y Nietzsche… Actualmente Haruki Murakami.
Caracterizados por no incluirse dentro del canon, un concepto relacionado con los mecanismos de poder, manejados desde la academia. Los libros de culto son aquellos que escapan de las predilecciones ideológicas, económicas, estéticas o temáticas de su tiempo; pero que cambian las formas de vivir y pensar de sus lectores.
Drogas , sexo y rock and roll (o jazz o salsa o boleros)… se perfilan como las maneras en las que autor y personaje intentan expresarse o comunicarse no con la sociedad, sí con el exterior. Ahí está ‘El almuerzo desnudo’, de Burroughs; ‘Héroes’, de Ray Loriga; ‘Bajo el volcán’, de Lowry; ‘¡Qué viva la música!’, de Andrés Caicedo…
De ‘Héroes’, de Ray Loriga
‘Satisfaction – The Rolling Stones
De ‘¡Qué viva la música!’, de Andrés Caicedo
‘Qué viva la música’ – Ray Barreto
Ediciones rescatadas de la vorágine de los tiempos. Algunos títulos de culto no fueron aceptados por el canon imperante o la censura del poder, pero han sido recuperados, valorados, leídos y seguidos. Entre los autores rescatados del olvido ahora suenan Sándor Marai, Irène Némirovsky, Santiago Dadove, Roberto Mariani…
De ‘En el camino’, de Jack Kerouac
‘Groovin’ High’ – Charlie Parker
De ‘El guardián entre el centeno’, de J.D. Salinger
‘Song of India’ – Tommy Dorsey
Fans, pocos pero apasionados e incondicionales, que rastrean toda la obra de sus autores con el mismo deleite de un coleccionista maniático. Aquellos que se identifican con las experiencias del autor o de los personajes. En fin, lectores rabiosos y ávidos de encontrar la adicción en la palabra de un nuevo descubrimiento.
Generaciones marcadas por el influjo de un autor o por la resonancia de una obra. Así, los movimientos juveniles llevan la impronta de los ‘beatnicks’, o la revolución francesa la de las ‘Confesiones’, de Rousseau. También porque se acompañan de referentes generacionales: música, jerga, cine, corrientes filosóficas…
Héroes, no; más bien antihéroes. Los protagonistas de estos relatos se caracterizan por su rebeldía, su alienación o por el desdén que sienten y asumen frente al mundo ‘normal’. Son seres no contemporáneos, buscando identidad o libertad, buscando experimentar la máxima sensación, sin condición alguna.
De ‘ Tokyo Blues’, de Haruki Murakami
‘Norwegian Wood’ – The Beatles
De ‘El señor de los venenos’, de Enrique Symns
‘Yo canibal’ – Los Redonditos de Ricota
Incomprendidos en su tiempo, pero autores idolatrados póstumamente, ya sea por la negativa de las editoriales a publicarlos, o porque sus vidas terminaron antes de que sus libros lleguen a los anaqueles. Hay quienes escaparon de la realidad por la puerta del suicidio. Entre ellos Andrés Caicedo, Kennedy Toole, Sylvia Plath…
De ‘El Cuervo’, de Edgar Allan Poe
‘The crow’, recitado por Vicent Price
Juegos y experimentaciones con la estructura del relato, con las formas del poema, con el lenguaje. Una ‘Rayuela’ que invita a saltar por capítulos; un ‘Tristram Shandy’ que ignora normas gramaticales; un ‘Ulises’ que sumerge al lector en un fluir del pensamiento; un periodismo ‘gonzo’ que suma al hecho la subjetividad del cronista.
César Chávez
Lector hedonista, bibliotecario
“Leo mejor en el frío que en el calor”
Tal vez lo único con lo que me siento completamente a gusto es con la lectura. Por lo mismo, los hábitos que he creado al momento de leer tienen que ver con la comodidad; lograr, en definitiva, una atmósfera plácida para leer.
Uno de esos elementos es la música, un determinado ritmo me permite entrar mucho mejor en el texto, aparte de la música cualquier otra distracción me molesta mucho. La luz es otro elemento, debe estar más cerca de lo tenue que de lo intenso.
Leo mucho mejor en un día frío que en un día caluroso. Si bien antes podía leer caminando, o en el bus, ahora no lo puedo hacer, seguramente es la búsqueda de la comodidad de la que hablé antes. En mi casa me gusta leer recostado en la cama, y en mi oficina una cómoda silla de brazo me ayuda a distenderme; la tensión no me permite concentrarme y así no disfruto lo que leo.
Necesito calma espiritual para hacerlo; cuando logro ese sosiego el placer es completo. Con cada género tiendo a comportarme de manera distinta; mientras que con el ensayo tomo notas cuando leo, a la poesía me gusta leerla en voz alta para sentir su ritmo, y con la novela… nada, la novela es goce puro.
Su parnaso
1 Elias Canetti
2 Dino Buzzati
3 Saul Bellow
4 Antonio Di Benedetto
5 Knut Hamsun
Ángeles MartÍnez
Lectora subrayadora, poeta
“Apago la música para leer”
Más que una pose intelectual es un instante íntimo; tumbarse en un rincón, levantar las piernas, acomodarse. El lugar de lectura se construye, se imagina: en el jardín o en las sombras, casi siempre a ras del suelo, y por las noches –dicen que es mala costumbre– plácidamente, relajadamente, en la cama.
Apago la música para leer y para escribir, tengo siempre mi pluma cuando las líneas parecen querer continuar desde mis manos. Subrayo el libro, anoto en sus márgenes; para todo viaje siempre llevo una libreta especial, simbólica.
La lectura es como un juego, como un subirse en una hamaca, como un rodar por las olas, como saltar charcos ¡Así!
Si se trata de poesía estoy convencida de que debe leerse con el mismo delirio con el cual se escribe, en un estado de sensibilidad pura, con una copa de oporto si se tiene… La poesía necesita fundirse con el lector, recorrer sus venas, sacarnos lágrimas o risas. Solo los versos con alma y con genio nos hacen saltar de una página a otra. Hay mucha mala poesía que se siente como máchica en la garganta, una mala prosa puede leerse hasta el final, con la lírica no es igual, es como un veneno.
Su parnaso
1 Michel Houellebecq
2 Charles Bukowski
3 Yukio Mishima
4 Haruki Murakami
5 Salman Rushdie