A la voz de ‘¡Patria!’, ¿suena algún eco?

El Templo de la Patria.   El mural de Eduardo Kingman se muestra ante  Quito desde el Pichincha. Junto a los héroes y los simbolismos, los primeros versos del Himno nacional.

El Templo de la Patria. El mural de Eduardo Kingman se muestra ante Quito desde el Pichincha. Junto a los héroes y los simbolismos, los primeros versos del Himno nacional.

Veladas libertarias se viven y fechas se evocan. Hoy se recuerda la masacre de aquellos, que en 1810, fueron muertos por seguir su ideal de patria, acaso guiados por la máxima del poeta Horacio: “Dulce et decorum est pro patria mori”. Ahora, más allá de si la patria ya es de todos o sigue siendo de pocos, reflexionamos sobre esa palabra, emparentada con la épica y el romanticismo, sobre ese concepto que ha sido defendido, vejado, apropiado o cuestionado.

El concepto no viene solo, junto a él están símbolos y cultos, alegorías y monumentos, héroes y mártires. La patria se manifiesta tanto con el prócer, como con el soldado desconocido; en el juramento a la bandera, en el feriado nacional, en una plaza o en el uniforme de una delegación deportiva.

Y, claro, están los himnos. Desde La Marsellesa que hace un llamado a los hijos de Francia, para enfrentarse a la tiranía en un día de gloria, hasta nuestro himno cuya letra eleva mil veces salves a la patria; estos cantos –símbolos de cada país– promueven la entrega del colectivo al ideal romántico. En Ecuador además se canta a la “Patria, tierra sagrada” y se la evoca como a una madre; como sucede con los himnos, de este también se han valido posturas ideológicas o fines propagandísticos.

La palabra muchas veces resuena con las mismas aliteraciones del: “Trueno horrendo que en fragor revienta / y sordo se dilata por la inflamada esfera”, con el que el poeta José Joaquín de Olmedo inicia su Canto a Junín. En otros contextos se habla de la patria grande, para referirse a América; o de la Madre patria que, con una marca colonial, llama a España; o se inserta en la firma asumida por más de una institución y que explica los valores bajo los cuales se rige: “Dios, patria y libertad”.

Dos de las definiciones más famosas, por su alcance emotivo o porque se desligan de territorios, son la del poeta alemán Rainer Maria Rilke, para quien “La verdadera patria del hombre es la infancia”; y la del pensador rumano Emil Cioran: “No se habita un país, se habita una lengua. Una patria es eso y nada más”. A este último aforismo que tuvo repercusión, principalmente entre intelectuales exiliados, han sucedido algunas respuestas. La rumano germana Herta Müller dijo: “La lengua no puede representar ninguna patria, pues la misma lengua en la que vivía era la de un régimen que me controlaba y humillaba”. Y el poeta brasileño Ledo Ivo: “Ninguna lengua engañosa es la patria. / Ella sólo sirve para que yo celebre mi grande y pobre patria muda, / mi patria disentérica y desdentada, / sin gramática y sin diccionario, /mi patria sin lengua y sin palabras”.

Si bien algunos pensamientos van a tono con un sentimiento apátrida, también lo hacen con un mundo en tiempos de globalización. Así, antes de pensar en una tierra natal, o en la tierra de nuestros padres, la patria se piensa como un planeta abierto, donde se trascienden vínculos afectivos, culturales o históricos.

Ya lo decía Bahá’u’lláh, el fundador de la fe Bahá’i: “No debe enaltecerse quien ama a su patria, sino quien ama al mundo entero. La Tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos”. Acorde con lo dicho por el religioso persa, se apuntan también Erasmo de Rotterdam (“Para el hombre dichoso todos los países son su patria”) o Borges, para quien: “Nadie es patria, todos los somos”.

El escritor argentino también se refirió al patriotismo como “la menos perspicaz de las pasiones”. Ello responde talvez a que entre patriotismo y nacionalismo, una leve frontera suele desdibujarse. Hay autores que se han dado a pensar la confusión, las diferencias o la hermandad entre estos términos. El Nobel español, Camilo José Cela apunta: “El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto”. Y otros apuntan: “El patriotismo es el huevo de donde nacen las guerras” (Maupassant); o “Patriotismo es tu convencimiento de que este país es superior a todos los demás porque tú naciste en él” (Shaw).

Y dejamos esta pregunta para ustedes: ¿dónde esta la patria?

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