Boris Galindo, el joven vocalista del grupo de folk experimental Bö, gritaba con dolor: “Ahora solo busco despegar/ en un viaje de inusual encuentro” (en la canción La máquina del tiempo, de la autoría de la agrupación). Mientras, cuatro cuadros del artista plástico Xavier Alcívar, ubicados apenas unos metros a la izquierda de los músicos, daban en la llaga de una sociedad que, en ocasiones, influye en la transición niño-adolescente-joven -adulto.
Esta última obra de Alcívar, de 18 años, es una serie en acrílico sobre lienzo y tiene por nombre ‘Infancia robada’. En el primer cuadro aparece la silueta de un niño con un juguete pueril y un rojo amarillento festivo de fondo, todo es diversión e inocencia. En el siguiente, asoma un adolescente con una palanca de videojuegos sobre su cabeza, el color alegre poco a poco se va tornando de un verde triste. Un joven aflora en el tercer cuadro con unos auriculares propios de su edad y con un fondo cada vez más degradado. El último, un perdido adulto, negro, vacío, sin solución, con un maletín que carga el signo dólar.
“Se pierde la inocencia al llegar a la adultez, solo importa el dinero”, dijo Alcívar, sobre su serie fabricada exclusivamente para la iniciativa ‘12 Horas de Arte’.
Y enseguida, porque esta realizada en el Malecón 2000 de Guayaquil –el jueves pasado- no tuvo silencios artísticos, saltaron cuatro bailarinas que integran el Ensamble de la UEES. Jennifer Cabezas, Nubia Bucaram, María Pérez y Alejandra Daza. El título de la danza contemporánea que presentaron sintetizó hacia dónde apuntaba su crítica: ‘La Maldita rutina’. Con movimientos naturales y fluidos retrataron los asfixiantes días en los que todo surge de manera mecánica.
“Todo es cíclico: trabajo, diversión, sueño; trabajo, diversión, sueño”, explicó Daza (21 años). Las bailarinas danzaron en circular y usaron corbatas violentamente arrancadas, por ellas, de sus cuellos. Se extendió una lona ploma de 11 por 8 metros para los espectáculos escénicos.
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Un carboncillo de Douglas Macharêt estaba detrás de las artistas. El autor le puso por título ‘El orgasmo del silencio’. Aparece un rostro con la boca abierta y expresión angustiada, similar a la célebre obra expresionista ‘El Grito’ (1893), de Edvard Munch. En palabras del autor, expresa aquellos sentimientos oprimidos que finalmente se desalojan del alma.
Macharêt (24 años), sin olvidar que era artista plástico, tomó el micrófono y recordó que también era poeta con rastas en su cabello. Recitó Insurrección rebelde. “Solo quiero gritarle a este mundo/ de rejas opresoras y cadenas esclavistas/ que aunque lo intente su necedad intolerable/ no nos podrán cortar el pelo ni las uñas”.
La jornada de ‘12 Horas de Arte’ se llevó entre la danza, la música, la plástica, teatro, malabares de artistas de las calles, con el río Guayas como parte de un escenario en libertad para el arte.
En la tarde una de las presentaciones más aplaudidas por el público, que se amontonaba a ver las presentaciones, fue la del grupo de Rey Camarón. Su propuesta de música social, cuestionadora de la administración municipal, sin diplomacia ni palabras bonitas, divirtió a los asistentes que se identificaron con las letras como ‘Marginal de Guayaquil’.
Boss Band -integrada por seis jóvenes- cantó en inglés y español clásicas melodías.
La iniciativa, llevada a cabo por artistas independientes, liderados por la bailarina María Pérez arrancó a las 10:00 del jueves y culminó solo 12 horas después para celebrar, haciendo arte, el Día Nacional de la Cultura. La fecha se fijó por Decreto Nacional el 9 de agosto de 1975 por Guillermo Rodríguez Lara.
La noche cerró con Héctor Napolitano, acompañado de su hijo Lucas en la guitarra, en un pasillo. Antes advirtió a la gente que no pidiera “Gringa loca ni nada de eso, estoy en otra onda”.