‘Palabra nueva’ ha nacido desde el “respeto mutuo” y la “apreciación positiva” que existe entre los autores allí publicados. En este caso, ante la ausencia de un compilador y la publicación como un proyecto colectivo, la amistad no resulta deleznable.
En realidad no hay eje alguno que atraviese la totalidad de los textos y eso responde a la informalidad que envuelve al proyecto y que a su vez resulta en un producto informe, irregular en los géneros compilados y la calidad de los escritos. Además, el libro advierte no tratarse de una antología, pues se reniega del término.
¿A qué responde la novedad? Seguro que no a la franja etaria de los autores, pues los 12 pertenecen a distintas generaciones. Acaso a textos nuevos, tampoco, algunos datan de varios años atrás y otros no son inéditos. Tal vez a eso manifestado por Víctor Jara de “canto valiente siempre será canción nueva”, entonces habría que observar de qué trata esa supuesta valentía: riesgo formal, perspectivas alternas, cierta ruptura en las propuestas, temáticas nunca antes exploradas… tal vez.
Uno de los objetivos es “sacar a la luz textos diversos”; y así someterlos al “escrutinio público”, que no siempre es “para el mayor disfrute del lector”. Sin más, me aproximo a los textos…
‘Palabra nueva’ se abre con Carlos Aulestia y su cuento Un castigo. Allí confluyen lo distópico, lo esperpéntico y lo absurdo, para tratar el encierro y los vericuetos de la legalidad, en una atmósfera bien lograda que pone en entredicho la relación padre-hijo.
Ni tan mala, ni tan loca de Carlos Fiallos vuelve sobre la figura de ‘La Torera’ desde una interpelación al personaje, a quien lo hermana con la memoria de una ciudad pasada, ausente entre la nostalgia y la decadencia. Lo hace con un tono que muta desde la inocencia y el lirismo, hasta el reclamo. En No apagues la luz, el mismo autor se vuelca a presentar al amor como refugio ante el miedo y juega con el erotismo como escape ante la represión.
Diego Cornejo Menacho participa con cuatro artículos en los que reflexiona sobre la literatura, planteando las tensiones y ficciones entre el escritor y el personaje, los dilemas sobre la inspiración, las falsas ideas del escritor maldito, la literatura como un universo de lugares, mascotas y referencias, hasta comprender el porqué de la escritura.
Esteban Mayorga presenta dos cuentos en los que narra de forma vertiginosa. Con Riobambeño juega con otros tiempos y ficciones brutales que se alzan como manera de degustar del absurdo.
Juan Andrade Heymann suelta un tono burlesco sobre la humanidad, sus vicios y sus normas; allí no hay ingenuidad sino mordacidad sobre la política, las relaciones de poder y el mundillo intelectual. Pero, como sucede con las cuestiones del humor, al leerlo prima la subjetividad del lector.
Un sueño es un pez pardo, de Juan Carlos Moya, propone a un personaje ante el deseo y lo onírico. Su escritura se asume como un espejismo que deja a la lluvia, al pasado y al recuerdo como dimensiones paralelas, son espacios para los sueños, las pulsiones y las represiones: un ejercicio narrativo con carga psicoanalítica.
Los poemas de Juan Secaira (corrector de textos del libro), algunos presentes en su más reciente poemario ‘No es dicha’, hablan de la incredulidad sobre su entorno y lo cotidiano, asumiendo sensaciones fragmentadas ante la contemplación que logra de lo ‘real’.
El ensayo llega de mano de Natasha Salguero, quien plantea al pasillo como un elemento característico en el imaginario de la población. En ese género rezuman las formas de amar, de ver a la mujer y del ser ecuatoriano con letras que nacen de la poesía y otras desde la hondura popular. Salguero lía sus reflexiones y conjeturas sobre esa música.
Rocío Madriñán (RM Editores) presenta una serie de comentarios a manera de recomendaciones, que se refieren a la literatura de misterio o la actualidad social del país y sus problemáticas. También presenta relatos que se abren a su estilo de narración.
El cuento de Santiago Páez, El arte, la vida, el oficio, el arte mira al pasado para levantar un relato, bien estructurado. El antaño es retratado por los paralelismos entre las experiencias de Quito y Europa, además de las descripciones que consigue el protagonista mediante el color y la pintura.
Silvia Stornaiolo se apunta en ‘Palabra nueva’ con textos de su libro ‘Cuervacríos’, los cuales abordan la escritura desde la crudeza y la inocencia, y desde un ritmo vertiginoso que da espacio al sexo como una exploración cotidiana y no una liberación etérea.
Lo monólogos de Yuliana Marcillo se refieren a visiones y comentarios sobre la sociedad, que se construyen como narraciones desde una voz protagonista.
¿Aún hay algo nuevo bajo el sol?