La elaboración en cerámica de figuras humanas es una de las características de la cultura Jama-Coaque. Foto: Banco Central del Ecuador
Al sur del cantón Pedernales, por donde pasa la línea equinoccial, se encuentra el recinto Coaque. En este poblado, junto a la carretera, se destaca una construcción pequeña, mezcla de caseta y museo. Este es el primer indicio de que en la zona abundan vestigios arqueológicos. Más al sur, a 36 kilómetros, está ubicada la localidad de Jama.
Los dos poblados dan nombre a una cultura milenaria que habitó la zona: Jama-Coaque.
Fue justamente un poblado en el sector de Jama, el primer asentamiento que los conquistadores españoles vieron en lo que hoy es Ecuador.
El piloto Bartolomé Ruiz lo divisó en 1526. Los castellanos encontraron ahí los pueblos más ricos y organizados del Litoral ecuatoriano. Miguel de Estete, cronista de la Colonia temprana, se refirió a la cultura Jama-Coaque.
A Bartolomé Ruiz le impresionaron las 400 casas que halló a su paso por un poblado. También quedó maravillado por el oro y las esmeraldas que allí se encontraban. De igual forma, el cronista se mostró anonadado con la costumbre de esta cultura de reducir y conservar las cabezas humanas, “empequeñeciéndolas hasta el tamaño del cráneo de un niño acabado de nacer”.
Los primeros estudios de los vestigios de esta cultura los hizo el arqueólogo guayaquileño Emilio Estrada Ycaza, a inicios del siglo XX. Luego se ocuparían de hacerlo los investigadores estadounidenses Betty Meggers y Clifford Evans, y el danés Olaf Holm.
La cultura Jama-Coaque habitó el norte manabita entre los años 350 a.C. y 1531 d.C. Se extinguió poco después de la llegada de los españoles. Esta sociedad ocupó también el sur de Esmeraldas y la parte occidental de la actual provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas.
Su área de influencia llegaba hasta el cabo San Francisco por el norte (actual Muisne) y la desembocadura del río Chone al sur (Bahía de Caráquez).
La zona tiene terreno ondulado, con colinas con densa vegetación, en las que los ancestros de los manabitas construían sus casas para evitar las inundaciones. Estas colinas estaban, al igual que ahora, rodeadas de tierra fértil y apropiada para el cultivo de productos tropicales.
El historiador Ramiro Andrade cuenta que investigaciones realizadas en San Isidro, valle del río Jama, reconocen a este lugar como un gran centro ceremonial y administrativo de carácter regional. “Su gran tamaño (40 hectáreas), su monumental arquitectura, su suelo fértil que permitía excedentes productivos y la alta densidad de sitios satélites señalan la existencia de una población residencial y estratificada”.
La confirmación de la existencia de una fuerte estratificación social está en algunas figurillas de cerámica: las personas de menor categoría eran representadas sentadas en el suelo y sin ningún atavío, mientras que las de alto rango se tallaban sobre bancos de madera y portaban diferentes accesorios de oro.
La subsistencia de los pobladores de Jama-Coaque dependió del cultivo de una variada cantidad de productos como maíz, fréjol, yuca, algodón y calabaza. Lo hacían en las laderas de las colinas, terrazas y campos elevados. Complementaron esta actividad con la pesca y caza de animales como armadillo, venado, jaguar, tortuga y zarigüeya, como lo comenta Estrada.
El arqueólogo Olaf Holm da cuenta de viviendas de techos de cuatro aguas, templos y casas comunales.
De las casas y templos no quedó vestigio ya que estaban construidos de madera, que se deteriora y destruye con el tiempo. Sobre las construcciones se sabe que fueron replicadas en vasijas de arcilla ceremoniales.
Destacan también figuras de dioses, semidioses y seres míticos representados en cerámica, lo que hace presumir, según el arqueólogo padre Pedro Porras, la existencia de una casta sacerdotal.
Contrariamente a lo que sucede en la mayoría de culturas ancestrales, en la Jama-Coaque, la mujer podía ejercer la función de sacerdotisa.
Esto se puede corroborar en algunas representaciones de arcilla en las que se percibe a una figura femenina ataviada con un tocado elevado pero sencillo, junto con una larga túnica. Los objetos tienen rasgos humanos y animales y son frecuentes los grandes colmillos en rostros de personas.
Vestigios
En la cultura Jama Coaque hay muchas figuras adosadas a las vasijas o bien unidas a ellas. Miden entre 10 y 35 cm de altura. Son muy numerosas, de formas variadas y se caracterizan por su refinado naturalismo.
Estas figuras se reconocen por sus proporciones mas bien gruesas, su cara redonda de frente amplia, ojos grandes y nariz eritasApissim necaborro